NASA y JAXA ponen a prueba el X-59: el avión supersónico que podría silenciar el “bang” sónico

En un nuevo hito para la aviación supersónica, investigadores de la NASA y la Agencia de Exploración Aeroespacial de Japón (JAXA) han realizado pruebas exhaustivas a escala del revolucionario avión experimental X-59 QueSST en el túnel de viento supersónico de Chofu, en las afueras de Tokio. Este trabajo conjunto busca desentrañar el secreto para reducir el estruendoso “bang” sónico que durante décadas ha limitado los vuelos comerciales a velocidades superiores a Mach 1 sobre zonas habitadas.
El X-59 QueSST (Quiet SuperSonic Technology) se perfila como la gran esperanza para devolver los vuelos supersónicos al transporte aéreo civil, prohibidos desde hace medio siglo sobre tierra firme debido al molesto estampido sónico. A diferencia de sus predecesores, como el Concorde, el X-59 persigue transformar ese estallido en un leve “retumbar” apenas perceptible desde el suelo.
La reciente campaña de ensayos en Japón ha sido clave para validar las simulaciones previas y comprobar en condiciones reales de túnel de viento cómo se propaga el ruido bajo el fuselaje del X-59. El modelo a escala, construido con precisión milimétrica, fue sometido a flujos de aire a velocidades supersónicas, mientras sensores de alta sensibilidad capturaban el perfil acústico generado. Estos datos permitirán a los ingenieros ajustar el diseño final y afinar las predicciones sobre el impacto acústico real del avión.
La colaboración entre la NASA y JAXA pone de manifiesto el carácter global de la investigación aeronáutica avanzada. Japón aporta décadas de experiencia en túneles de viento de alta velocidad y en la medición de fenómenos acústicos extremos, mientras que Estados Unidos lidera el desarrollo del X-59, fruto de años de estudios sobre dinámica de fluidos computacional y materiales avanzados. El objetivo común: allanar el camino para un futuro donde viajar entre continentes en la mitad de tiempo no suponga una molestia para quienes viven bajo las rutas aéreas.
Técnicamente, el X-59 destaca por una serie de innovaciones únicas. Su fuselaje alargado y afilado, junto con unas alas delgadas en flecha y una cabina desplazada hacia atrás, minimizan la formación de ondas de choque intensas. La singular entrada de aire sobre el morro y la ausencia de ventanilla frontal —reemplazada por un sofisticado sistema de cámaras y pantallas— son fruto de la obsesión por reducir cualquier perturbación aerodinámica que pueda amplificar el ruido sónico. El motor, montado en la parte superior, también ayuda a dispersar el impacto acústico hacia arriba, lejos del suelo.
La importancia de estas pruebas se entiende mejor en el contexto de la historia de la aviación supersónica. Desde que Chuck Yeager rompiera la barrera del sonido en 1947 con el Bell X-1, volar más rápido que la velocidad de la luz ha sido sinónimo de progreso tecnológico, pero también de desafíos regulatorios. El Concorde, símbolo del lujo y la velocidad durante décadas, se vio obligado a limitar sus operaciones supersónicas a rutas sobre el océano Atlántico, debido a la prohibición internacional de vuelos supersónicos sobre tierra firme.
Hoy, la NASA aspira a revertir esa situación. Tras el exitoso desarrollo del X-43 y el X-51, aeronaves experimentales sin tripulación que batieron récords de velocidad en los últimos veinte años, el X-59 representa el siguiente paso: demostrar que es posible un vuelo supersónico civil compatible con las normativas de ruido más estrictas. Si las pruebas a escala y, posteriormente, los vuelos reales confirman las expectativas, la FAA y otras agencias podrían replantearse la normativa que prohíbe los vuelos supersónicos comerciales sobre tierra.
El impacto de este avance va mucho más allá de la aviación. Permitiría reducir drásticamente la duración de los vuelos intercontinentales, impulsar el desarrollo de nuevos aviones y motores, y abrir el mercado a empresas privadas que ya sueñan con el transporte supersónico de pasajeros. Firmas como Boom Supersonic, con su prototipo Overture, o la española PLD Space, centrada en lanzadores reutilizables pero atenta a los desarrollos en materiales y aerodinámica, podrían beneficiarse de esta nueva era.
Por su parte, la colaboración internacional se extiende a otros ámbitos espaciales y aeronáuticos. Tanto Blue Origin como Virgin Galactic exploran el turismo suborbital, mientras la NASA y la ESA trabajan en misiones conjuntas para la exploración de exoplanetas. El avance de tecnologías silenciosas y eficientes será clave para todos estos retos.
El X-59 QueSST aún debe superar varias fases de pruebas, incluyendo vuelos tripulados sobre territorio estadounidense, donde se medirá la respuesta real de la población al nuevo perfil acústico. Si todo sale según lo previsto, el sueño de un vuelo supersónico silencioso y sostenible podría estar más cerca de hacerse realidad.
(Fuente: NASA)

 
							