Revolución en el soporte vital espacial: Nuevas tecnologías para generar oxígeno en microgravedad

La vida en el espacio depende de sistemas de soporte vital capaces de mantener el suministro de oxígeno y eliminar el dióxido de carbono, garantizando así la supervivencia de las tripulaciones. Uno de los pilares tecnológicos para lograrlo es la electrólisis del agua: la descomposición del agua en oxígeno e hidrógeno mediante electricidad. Sin embargo, operar estos sistemas en el entorno de microgravedad del espacio plantea desafíos que durante décadas han condicionado el diseño y la eficiencia de las misiones tripuladas.
En la Tierra, la electrólisis del agua se beneficia de la gravedad. Cuando se produce oxígeno e hidrógeno en los electrodos de una celda electrolítica, las burbujas de gas ascienden naturalmente gracias a la flotabilidad, separándose de los electrodos y permitiendo que el proceso continúe de manera eficiente. Pero en ausencia de gravedad, como ocurre a bordo de la Estación Espacial Internacional (EEI) o en futuras misiones lunares y marcianas, este fenómeno desaparece casi por completo. Las burbujas tienden a quedarse adheridas a los electrodos o forman mezclas de gas y líquido difíciles de separar, lo que reduce la eficiencia, puede dañar los componentes y complica la gestión de los recursos vitales.
Estos retos han obligado a los ingenieros aeroespaciales a desarrollar tecnologías específicas para gestionar los flujos de líquidos y gases en microgravedad, adoptando soluciones de alta complejidad y coste. Los sistemas actuales utilizan separadores centrífugos, membranas porosas y bombas especiales para intentar replicar la función que en la Tierra realiza la gravedad, añadiendo peso, consumo energético y puntos de fallo potenciales a la infraestructura de soporte vital.
En este contexto, la labor de investigadores como Álvaro Romero-Calvo, del Georgia Tech Research Corporation, cobra especial relevancia. Su trabajo se centra en comprender y superar los obstáculos que presenta la electrólisis del agua en condiciones de ingravidez, proponiendo nuevas aproximaciones que podrían simplificar y abaratar la producción de oxígeno e hidrógeno en el espacio. Estas líneas de investigación se inscriben en el marco de una preocupación histórica de la NASA y otras agencias espaciales: la necesidad de sistemas cerrados de soporte vital, capaces de reciclar agua y aire de manera eficiente durante largos periodos, imprescindibles para futuras misiones de larga duración como una base lunar permanente o el esperado viaje tripulado a Marte.
La importancia de la electrólisis va mucho más allá de la simple generación de oxígeno. El hidrógeno producido puede emplearse como combustible para propulsores, mientras que la gestión eficiente del agua resulta esencial para mantener la vida y los procesos industriales en el espacio. Por ello, avanzar en la tecnología que permite dividir el agua de manera fiable en microgravedad es una de las grandes apuestas de la ingeniería espacial moderna.
Históricamente, la NASA ha probado numerosos sistemas de electrólisis en órbita, desde los experimentos de la era del Skylab hasta las sofisticadas instalaciones de la EEI. Sin embargo, la mayor parte de estos dispositivos han requerido complejos sistemas auxiliares para funcionar correctamente fuera del entorno terrestre. La investigación actual busca materiales avanzados para los electrodos, configuraciones geométricas que faciliten la liberación de gases y métodos para inducir el movimiento de las burbujas sin recurrir a la gravedad, como campos eléctricos o ultrasonidos.
El objetivo final es lograr celdas electrolíticas compactas, eficientes y de bajo mantenimiento, capaces de funcionar durante años con el mínimo consumo energético y sin intervención humana frecuente. Esto liberaría recursos valiosos para otros fines y reduciría la dependencia de suministros enviados desde la Tierra, un requisito esencial para la sostenibilidad de la exploración espacial tripulada a largo plazo.
En definitiva, el desarrollo de nuevas soluciones para la producción de oxígeno y la gestión de fluidos en condiciones de microgravedad representa uno de los retos más fascinantes de la ingeniería aeroespacial contemporánea. Superar estas barreras permitirá que la humanidad se aventure más allá de la órbita baja, consolidando nuestra presencia en el espacio y allanando el camino hacia destinos más lejanos.
(Fuente: NASA)

 
							 
							