Tecnología aerotransportada de la NASA detecta emisiones de amoníaco y su impacto en la salud

Un equipo de científicos del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA, en colaboración con la organización sin ánimo de lucro Aerospace Corporation, ha logrado crear mapas de alta resolución que muestran la distribución de emisiones de amoníaco a nivel del suelo. El avance, basado en el uso de sensores aerotransportados de última generación, supone una herramienta revolucionaria para la monitorización de la contaminación atmosférica, especialmente de las partículas finas con potencial de afectar gravemente a la salud humana.
El amoníaco (NH₃) es un gas incoloro y de olor penetrante, utilizado ampliamente en la industria y la agricultura, sobre todo como fertilizante. Sin embargo, su liberación a la atmósfera representa un riesgo significativo: al combinarse con otros contaminantes, como óxidos de nitrógeno o compuestos de azufre, genera partículas finas conocidas como aerosoles (PM2.5). Estas diminutas partículas pueden penetrar profundamente en los pulmones e incluso llegar al torrente sanguíneo, favoreciendo enfermedades respiratorias, cardiovasculares e incrementando la mortalidad prematura.
El estudio, recientemente publicado, demuestra la capacidad de los sensores instalados en aeronaves para captar concentraciones de amoníaco a escalas espaciales y temporales sin precedentes. Tradicionalmente, la medición del amoníaco atmosférico se ha limitado a estaciones terrestres fijas, lo que proporcionaba una visión fragmentada y poco detallada. Gracias a las plataformas aerotransportadas, ahora es posible identificar “plumas” de emisión de amoníaco asociadas, por ejemplo, a granjas industriales, vertederos, o instalaciones químicas, y seguir su evolución en tiempo real.
La instrumentación empleada en este proyecto se basa en espectrómetros infrarrojos de alta sensibilidad, capaces de distinguir la firma espectral del amoníaco en presencia de otros gases. Durante la campaña de vuelos de prueba, las aeronaves equipadas con estos sensores sobrevolaron zonas agrícolas e industriales en California, logrando cartografiar las concentraciones de NH₃ con una resolución horizontal de apenas unos cientos de metros.
Este avance tiene profundas implicaciones tanto para la salud pública como para la gestión ambiental. Los responsables políticos y las agencias reguladoras pueden utilizar estos mapas para identificar focos de contaminación, evaluar la eficacia de las normativas existentes y diseñar estrategias de mitigación más precisas. Asimismo, la disponibilidad de datos en alta resolución mejora los modelos de calidad del aire y permite prever episodios de contaminación con mayor exactitud.
La contaminación por partículas finas es una de las principales amenazas ambientales a nivel global. La Organización Mundial de la Salud estima que la exposición prolongada a PM2.5 causa millones de muertes prematuras cada año. En este contexto, la reducción de las emisiones de amoníaco constituye una de las vías más efectivas para combatir este problema, especialmente en regiones donde la agricultura intensiva es predominante.
El uso de sensores aerotransportados también abre nuevas posibilidades para la vigilancia internacional de la contaminación, en consonancia con el auge de los sistemas de observación de la Tierra desde el espacio. En los últimos años, la NASA ha impulsado programas como TEMPO (Tropospheric Emissions: Monitoring of Pollution) y la ESA, su homóloga europea, ha puesto en órbita satélites como Sentinel-5P, ambos dedicados a la monitorización de la composición atmosférica. Aunque los satélites ofrecen cobertura global, su resolución espacial es limitada en comparación con los sistemas aerotransportados, lo que subraya el valor complementario de esta tecnología.
Este desarrollo tecnológico también tiene ramificaciones para futuras misiones espaciales, tanto de la NASA como de empresas privadas como SpaceX o Blue Origin. El control preciso de la calidad del aire será esencial en hábitats extraplanetarios, donde la acumulación de compuestos tóxicos podría suponer riesgos inmediatos para la tripulación. En la Tierra, la cooperación entre agencias públicas y privadas en el desarrollo de sensores avanzados y sistemas de alerta temprana refuerza el papel de la innovación aeroespacial en beneficio de la sociedad.
A medida que aumenta la conciencia sobre la necesidad de una gestión sostenible de los recursos y de la contaminación, herramientas como los mapas de alta resolución de amoníaco se perfilan como instrumentos clave para afrontar los retos ambientales del siglo XXI. Su integración con redes terrestres y satelitales promete una vigilancia más exhaustiva y una respuesta más eficaz ante emergencias de contaminación.
En definitiva, el trabajo conjunto entre la NASA y la Aerospace Corporation representa un hito tecnológico que acerca la ciencia espacial a la protección de la salud en nuestro planeta, demostrando que la exploración del espacio y la preservación de la Tierra pueden y deben ir de la mano.
(Fuente: NASA)
