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Una estrella juvenil destruye a su planeta: la radiación X lo reduce de gigante a roca estéril

Una estrella juvenil destruye a su planeta: la radiación X lo reduce de gigante a roca estéril

Un equipo internacional de astrónomos ha descubierto un fenómeno extremo en un sistema planetario joven, donde una estrella está bombardeando a uno de sus planetas cercanos con una intensa radiación de rayos X. Este proceso, observado gracias a los datos recabados por el Observatorio de Rayos X Chandra de la NASA, está provocando que el planeta, originalmente tan grande como Júpiter, pierda su atmósfera a un ritmo vertiginoso, hasta reducirse en el futuro a un pequeño y desolado mundo rocoso.

El planeta en cuestión, identificado como uno de los denominados “Júpiter calientes”, orbita a una distancia mínima de su estrella anfitriona. Los Júpiter calientes son planetas gaseosos gigantes que, a diferencia de nuestro propio Júpiter, se encuentran extremadamente cerca de sus estrellas, completando una órbita en apenas unos días terrestres. Esta proximidad resulta fatal para su atmósfera, especialmente cuando la estrella es joven y activa, emitiendo radiación de alta energía.

La investigación, liderada por expertos en exoplanetas y evolución estelar, revela que la estrella está emitiendo rayos X a niveles mucho más elevados que el Sol actual. Este bombardeo energético es tan intenso que está arrancando literalmente la envoltura gaseosa del planeta. El proceso de evaporación atmosférica no es nuevo en la astronomía, pero nunca antes se había documentado con tanto detalle en un sistema de estas características.

El Observatorio Chandra, un telescopio espacial lanzado en 1999 y especializado en la observación en el espectro de rayos X, ha sido clave para caracterizar la cantidad de energía que la estrella emite hacia el planeta. Los datos obtenidos muestran que la radiación es suficiente para expulsar la atmósfera exterior del planeta a una velocidad asombrosa, estimada en cerca de 10.000 toneladas por segundo. De continuar a este ritmo, el planeta perderá todo su hidrógeno y helio en unos pocos cientos de millones de años, quedando reducido a un núcleo rocoso y árido.

Este hallazgo tiene profundas implicaciones para la comprensión de la evolución de los sistemas planetarios, especialmente en sus primeras etapas. Muchos de los exoplanetas descubiertos en las últimas dos décadas por misiones como Kepler y TESS presentan órbitas muy próximas a sus estrellas, lo que plantea preguntas sobre su supervivencia y composición real. Los científicos ahora consideran que un porcentaje significativo de los exoplanetas rocosos detectados podrían ser, en realidad, los núcleos expuestos de antiguos gigantes gaseosos, esculpidos por la furia de sus propias estrellas.

La comunidad científica internacional, incluyendo a la NASA y la Agencia Espacial Europea, está cada vez más interesada en estudiar estos procesos. El futuro telescopio James Webb, así como misiones europeas como ARIEL, permitirán analizar con mayor precisión la composición química de las atmósferas planetarias y detectar signos de erosión por radiación estelar.

En el contexto de la exploración espacial y la búsqueda de vida fuera de la Tierra, este tipo de descubrimientos resulta fundamental. Los planetas que orbitan muy cerca de estrellas activas parecen poco propicios para albergar vida tal y como la conocemos, pero también aportan pistas sobre la diversidad de mundos que pueden formarse y sobre el destino final de los sistemas planetarios. Además, el aprendizaje obtenido sobre la erosión atmosférica ayuda a comprender mejor la historia perdida de planetas como Marte, que en sus orígenes pudo haber tenido una atmósfera densa y agua líquida en superficie.

La NASA, junto a instituciones privadas y otras agencias como la española PLD Space, están invirtiendo en nuevas tecnologías para observar y analizar exoplanetas. El interés de empresas como SpaceX y Blue Origin en el transporte orbital y la observación astronómica abre nuevas posibilidades para el estudio de estos fenómenos, permitiendo lanzar telescopios cada vez más potentes y específicos.

El caso de este planeta condenado a perder su atmósfera hasta convertirse en un desierto rocoso es un recordatorio de la violencia que reina en el cosmos, especialmente durante la juventud estelar. La evolución planetaria es un proceso dinámico y, en ocasiones, despiadado que puede cambiar radicalmente la naturaleza de los mundos a lo largo de millones de años. Los avances en la observación y el análisis de datos, impulsados tanto por agencias públicas como por iniciativas privadas, seguirán desvelando los secretos de la formación y el destino de los planetas en nuestra galaxia.

(Fuente: NASA)