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Vientos supersónicos desde el agujero negro de NGC 1068 iluminan su galaxia

Vientos supersónicos desde el agujero negro de NGC 1068 iluminan su galaxia

El universo nunca deja de sorprender a los astrónomos, y ahora el foco se posa sobre NGC 1068, una galaxia espiral relativamente cercana, situada a unos 47 millones de años luz de la Tierra en la constelación de Cetus. Conocida también como Messier 77, esta galaxia ha sido objeto de estudio durante décadas, pero una reciente imagen publicada el 23 de julio de 2025 por la NASA ha revelado nuevos y fascinantes detalles sobre su núcleo activo, dominado por un agujero negro supermasivo cuya masa duplica a la del de nuestra Vía Láctea.

El gran protagonista de esta investigación es el Observatorio de Rayos X Chandra, de la NASA, que ha permitido a los científicos observar con una claridad sin precedentes los intensos procesos que tienen lugar en el centro de NGC 1068. Los datos recogidos muestran cómo un viento interestelar, impulsado a velocidades colosales de más de 1,6 millones de kilómetros por hora, emerge desde las inmediaciones del agujero negro supermasivo. Este viento, compuesto por partículas altamente energéticas, interactúa con el gas y el polvo circundantes, provocando que enormes regiones de la galaxia brillen intensamente en rayos X.

Los agujeros negros supermasivos como el de NGC 1068 –con una masa estimada de más de 100 millones de soles– capturan materia de su entorno en un proceso llamado acreción. Sin embargo, no toda la materia es absorbida: parte de ella es expulsada violentamente en forma de chorros o vientos, un fenómeno que los astrónomos denominan “retroalimentación de núcleo galáctico activo” (AGN, por sus siglas en inglés). Esta retroalimentación regula el crecimiento del agujero negro y afecta la evolución de la galaxia en su conjunto, ya que puede calentar o expulsar gas, frenando así la formación de nuevas estrellas.

La observación detallada de estos vientos galácticos no solo proporciona información sobre la dinámica interna de NGC 1068, sino que también ayuda a los investigadores a comprender cómo los agujeros negros supermasivos influyen en la evolución de las galaxias a lo largo de la historia cósmica. En el caso de NGC 1068, la energía liberada por los vientos es tan intensa que contribuye a iluminar vastas regiones de la galaxia, haciendo que destaque en las observaciones de rayos X y convirtiéndola en uno de los núcleos activos más brillantes conocidos en el universo cercano.

La imagen publicada recientemente combina datos obtenidos no sólo por el Chandra, sino también por el telescopio espacial Hubble y el telescopio de infrarrojo Spitzer, ambos de la NASA. Esta sinergia de observaciones en diferentes longitudes de onda permite a los científicos desentrañar la compleja interacción entre el agujero negro, el material circundante y el flujo de energía que emana del centro galáctico.

El estudio de NGC 1068 se enmarca en una tendencia creciente de colaboración internacional y uso de tecnología avanzada para explorar los secretos del cosmos. No solo la NASA, sino también consorcios privados y agencias espaciales europeas como la ESA buscan comprender fenómenos similares en otras galaxias. El auge de empresas como SpaceX, Blue Origin o el crecimiento de la compañía española PLD Space –centrada en el desarrollo de lanzadores reutilizables para pequeños satélites– está favoreciendo el acceso a instrumentos de observación más sofisticados y frecuentes.

Por su parte, Virgin Galactic continúa con sus vuelos suborbitales de turismo espacial, mientras que SpaceX avanza en la comercialización de megaconstelaciones de satélites y el desarrollo de la nave Starship, orientada a misiones tripuladas a la Luna y Marte. Sin embargo, la exploración de los exoplanetas y los núcleos activos de galaxias sigue siendo un campo donde los grandes telescopios espaciales y observatorios de rayos X siguen siendo insustituibles.

En el contexto histórico, la observación de NGC 1068 se remonta a finales del siglo XVIII, cuando Pierre Méchain la identificó por primera vez, y Charles Messier la incluyó en su célebre catálogo. Desde entonces, ha pasado de ser una simple mancha difusa a convertirse en un auténtico laboratorio cósmico para el estudio de la física de los agujeros negros y la evolución galáctica. Los últimos hallazgos, gracias a la tecnología de vanguardia, permiten ahora a los científicos observar directamente cómo la energía de estos colosos galácticos puede moldear su entorno.

En definitiva, los vientos supersónicos detectados en NGC 1068 constituyen una prueba irrefutable del poder transformador de los agujeros negros supermasivos en el universo. Su estudio seguirá arrojando luz sobre los mecanismos que regulan la vida y muerte de las galaxias, y, quién sabe, quizá ayude a desvelar algunos de los mayores misterios del cosmos.

(Fuente: NASA)