Auroras boreales iluminan el mundo por una tormenta solar histórica y amenazan las comunicaciones

En una semana que ya se anticipaba apasionante para la observación astronómica, el cielo ha regalado un espectáculo inusual: auroras boreales visibles en latitudes mucho más bajas de lo habitual. Este fenómeno, desencadenado por una intensa actividad solar, ha teñido de colores insólitos los cielos de regiones poco acostumbradas a este tipo de eventos, mientras expertos advierten sobre potenciales riesgos para los sistemas de comunicación globales.
El origen de este fenómeno extraordinario se encuentra en una serie de erupciones solares, conocidas técnicamente como eyecciones de masa coronal (CME, por sus siglas en inglés), que han lanzado enormes cantidades de partículas cargadas hacia la Tierra. La Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés) ha confirmado que esta tormenta geomagnética, una de las más intensas de los últimos años, podría prolongar sus efectos hasta el jueves, con auroras visibles incluso en zonas donde rara vez se presentan.
Las auroras polares, habitualmente circunscritas a las regiones árticas y antárticas, se han dejado ver estos días en latitudes medias de Norteamérica, Europa y Asia, deslumbrando a millones de personas que han inundado las redes sociales con imágenes de cielos teñidos de verdes, rosados y púrpuras. Este tipo de auroras tan al sur no se veía desde el evento de Halloween del año 2003, y algunos expertos ya lo comparan con la conocida tormenta solar del Carrington, ocurrida en 1859 y considerada la mayor registrada en la historia.
Desde el punto de vista técnico, estas auroras se producen cuando el viento solar —una corriente continua de partículas emitidas por el Sol— interactúa con el campo magnético terrestre. Cuando una CME alcanza la magnetosfera, provoca perturbaciones que canalizan partículas hacia los polos, donde colisionan con átomos de oxígeno y nitrógeno en la atmósfera, generando las luces características. Sin embargo, bajo condiciones extremas, el escudo magnético de la Tierra se ve comprimido y estas partículas pueden penetrar a latitudes mucho más bajas.
Pero la belleza del fenómeno viene acompañada de riesgos. Las tormentas geomagnéticas de esta magnitud pueden afectar los sistemas de navegación por satélite (como el GPS), las comunicaciones por radio de alta frecuencia e incluso infraestructuras eléctricas terrestres. La NOAA y la NASA han emitido avisos a operadores de satélites y redes eléctricas para que extremen las precauciones durante estos días. En 1989, una tormenta similar provocó el colapso de la red eléctrica de Quebec, dejando a millones de personas sin suministro eléctrico durante horas.
En el ámbito aeroespacial, tanto la NASA como empresas privadas como SpaceX y Blue Origin han intensificado el monitoreo de sus satélites y misiones en órbita. SpaceX, por ejemplo, ha comunicado que sus satélites Starlink están operando con protocolos de protección reforzados para evitar daños en sus componentes electrónicos, sensibles a las partículas energéticas solares. No es la primera vez que la compañía de Elon Musk toma medidas de este tipo: en febrero de 2022, una tormenta solar menos intensa provocó la pérdida de 40 satélites Starlink recién lanzados, un revés que sirvió como lección para futuras contingencias.
Por su parte, la NASA ha aprovechado la ocasión para recopilar datos sobre la interacción entre estas partículas y la atmósfera terrestre, información que será esencial para proteger futuras misiones tripuladas a la Luna y Marte, donde los astronautas estarán mucho menos protegidos frente a la radiación solar. La agencia estadounidense colabora estrechamente con la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Japonesa (JAXA) para desarrollar sistemas de alerta temprana más precisos que permitan anticipar estos episodios y mitigar sus efectos.
En el ámbito de la exploración espacial privada, Blue Origin y Virgin Galactic también han reforzado la vigilancia de sus plataformas y sistemas de comunicación, conscientes de que las tormentas solares pueden degradar el rendimiento de los enlaces de datos y afectar la seguridad de futuras misiones suborbitales y orbitales comerciales. Mientras tanto, la española PLD Space, pionera en el desarrollo de micro lanzadores, ha recordado la importancia de planificar los lanzamientos teniendo en cuenta la meteorología espacial, un factor cada vez más relevante para el éxito de las misiones.
Lejos de limitarse a la Tierra, la observación de estas tormentas solares tiene implicaciones para la búsqueda de exoplanetas habitables. Los científicos estudian cómo la actividad estelar puede afectar la atmósfera y la habitabilidad de planetas en otros sistemas solares, un campo en el que las observaciones terrestres, junto con las del telescopio espacial James Webb, están arrojando datos de gran valor.
En definitiva, esta semana ha recordado tanto la belleza como la fragilidad de nuestra tecnología frente a los caprichos del Sol, y la necesidad de seguir investigando la meteorología espacial para proteger la sociedad moderna y avanzar con seguridad en la conquista del espacio.
(Fuente: SpaceDaily)
