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Cohete científico noruego estudia el misterioso «humo meteórico» en la atmósfera superior

Cohete científico noruego estudia el misterioso "humo meteórico" en la atmósfera superior

El 5 de julio, la base espacial de Andøya, situada en Noruega, fue escenario de un importante avance para la investigación atmosférica. Un cohete sonda fue lanzado con éxito como parte de la misión MaxiDusty‑2, dirigida por un equipo de la Universidad Ártica de Noruega (UiT). El propósito central de este ambicioso proyecto era recoger partículas de “humo meteórico” presentes en las capas más altas de la atmósfera terrestre, abriendo así nuevas ventanas al conocimiento sobre los procesos que ocurren en la frontera entre la atmósfera y el espacio exterior.

La misión MaxiDusty‑2 tiene como objetivo principal recolectar grandes partículas de hielo formadas a partir de restos de meteoritos. Cuando los meteoros penetran en la atmósfera de la Tierra, se desintegran, liberando diminutas partículas que permanecen suspendidas a altitudes comprendidas entre los 70 y los 100 kilómetros. Estas partículas, conocidas como humo meteórico, desempeñan un papel fundamental en la formación de nubes noctilucentes y en la química de la mesosfera, una región atmosférica todavía poco explorada.

El cohete sonda utilizado en la misión fue lanzado desde las instalaciones de Andøya Space, una de las bases espaciales más septentrionales del planeta, que desde hace décadas es referencia en el lanzamiento de cohetes suborbitales para experimentos científicos. Equipado con sofisticados instrumentos de recogida y análisis, el vehículo ascendió hasta la mesosfera superior, donde desplegó un sistema de muestreo para capturar las misteriosas partículas en pleno vuelo antes de regresar a la superficie.

La misión MaxiDusty‑2 se enmarca en una larga tradición de investigación atmosférica en Noruega, que comenzó en la década de 1960, cuando los primeros cohetes sonda se emplearon para estudiar las auroras boreales y los procesos químicos en la atmósfera polar. Andøya Space ha sido testigo de centenares de estas misiones científicas, y en los últimos años ha experimentado una fuerte modernización, con la mirada puesta en el lanzamiento de pequeños satélites y el desarrollo de la industria espacial europea.

En el contexto internacional, el uso de cohetes sonda sigue siendo esencial para obtener datos allí donde los globos estratosféricos y los satélites no pueden operar eficazmente. Este tipo de misiones permite a los científicos acceder temporalmente a regiones como la mesosfera, donde se forman las nubes más altas y se producen importantes intercambios energéticos y químicos entre la atmósfera y el espacio. La información recabada resulta crucial para entender fenómenos como el cambio climático, la variabilidad atmosférica y el impacto de las partículas extraterrestres en la química terrestre.

Mientras tanto, la actividad espacial europea y mundial no se detiene. En España, la empresa PLD Space continúa avanzando en el desarrollo de sus cohetes suborbitales Miura, con el objetivo de posicionar a nuestro país como referente en el acceso flexible al espacio. Por otra parte, SpaceX, la compañía estadounidense fundada por Elon Musk, sigue batiendo récords con lanzamientos frecuentes de sus cohetes Falcon 9 y Falcon Heavy, transportando satélites, suministros y tripulaciones a la órbita terrestre y a la Estación Espacial Internacional (ISS).

Otro gran actor en esta carrera es Blue Origin, la empresa creada por Jeff Bezos, que recientemente ha retomado sus vuelos suborbitales tripulados con el vehículo New Shepard, abriendo la puerta al turismo espacial y a la experimentación en microgravedad. Virgin Galactic, por su parte, avanza en su proyecto de vuelos comerciales al borde del espacio, mientras que la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) continúan sus investigaciones en torno a la atmósfera superior y la búsqueda de exoplanetas.

En el ámbito de la investigación planetaria, el estudio del polvo meteórico y el humo atmosférico resulta también relevante para comprender los ambientes de otros mundos, como Marte o Titán, la luna de Saturno. La interacción entre el material extraterrestre y la atmósfera puede ofrecer pistas sobre la habitabilidad y la evolución de los planetas, lo que convierte a misiones como MaxiDusty‑2 en piezas clave del rompecabezas científico global.

El éxito de esta misión noruega demuestra la importancia de la colaboración internacional y el avance tecnológico en la exploración de los límites de nuestra atmósfera. Los datos recopilados en Andøya permitirán a los investigadores mejorar los modelos climáticos, comprender mejor la influencia de los meteoritos en la atmósfera y sentar las bases para futuras exploraciones, tanto en la Tierra como más allá de nuestro planeta.

(Fuente: European Spaceflight)