El auge del descanso eterno entre las estrellas: la industria funeraria espacial despega

Durante los últimos treinta años, el envío de restos humanos al espacio ha pasado de ser una rareza casi poética a convertirse en una industria modesta pero constante. Miles de personas ya han visto cumplido el deseo de que una pequeña parte de sus seres queridos viaje más allá de la atmósfera terrestre, orbitando nuestro planeta o incluso yendo más allá. Ahora, la eclosión de nuevas tecnologías y la reducción de costes en el sector aeroespacial prometen transformar esta singular forma de homenaje póstumo en un negocio mucho más accesible y popular.
El último impulso viene de la mano de empresas emergentes con una clara visión de futuro. SpaceLiminal, con sede en Florida y fundada por Ryan Mitchell, antiguo ingeniero de Blue Origin, es uno de los ejemplos más destacados de esta nueva ola. Su propuesta se apoya en los avances recientes desarrollados por compañías como SpaceX o Blue Origin, que han conseguido reducir drásticamente el precio de acceso al espacio gracias a sus cohetes reutilizables y la optimización de lanzamientos compartidos.
La historia de los servicios funerarios espaciales arranca oficialmente en 1997, cuando la empresa estadounidense Celestis llevó a cabo su primer vuelo con restos humanos a bordo. En aquella ocasión, una pequeña cápsula con muestras de ADN y cenizas de 24 personas, entre ellas el creador de «Star Trek» Gene Roddenberry, orbitó la Tierra durante varios meses antes de desintegrarse en la atmósfera. Desde entonces, la demanda ha crecido de forma constante, aunque limitada por los elevados costes y la dificultad de encontrar espacio en lanzamientos comerciales.
La irrupción de nuevos actores en la industria espacial está cambiando ese panorama. SpaceX, con sus misiones de rideshare a bordo del Falcon 9, permite ahora que pequeñas cargas útiles compartan viaje con satélites de comunicación y observación, reduciendo significativamente el precio de acceso. Blue Origin, con su New Shepard, ha abierto la puerta a los vuelos suborbitales para turistas y experimentos científicos, ofreciendo también la posibilidad de transportar restos humanos en trayectos breves pero simbólicos al borde del espacio.
El modelo de negocio de SpaceLiminal se basa precisamente en esa flexibilidad. Mitchell y su equipo trabajan en cápsulas miniaturizadas, capaces de albergar una pequeña cantidad de cenizas o ADN, que pueden integrarse fácilmente en lanzamientos compartidos. El objetivo es democratizar el acceso al “descanso entre las estrellas”, ofreciendo precios que, según la compañía, podrían situarse por debajo de los 5.000 euros para trayectos suborbitales, y en torno a los 10.000 para órbitas bajas. En comparación, hace apenas una década, el coste superaba los 20.000 euros, lo que limitaba el servicio a una clientela muy exclusiva.
No solo la reducción de precios está impulsando el sector. El auge de la industria NewSpace, en la que empresas privadas como Virgin Galactic, Rocket Lab o la española PLD Space compiten por un mercado cada vez más amplio, ha multiplicado las oportunidades de lanzamiento. Virgin Galactic, por ejemplo, ya ha transportado muestras de ADN en sus vuelos turísticos suborbitales, mientras que PLD Space, pionera en lanzamientos desde España, estudia la posibilidad de ofrecer servicios funerarios espaciales en sus futuros cohetes Miura.
El interés por este tipo de servicios trasciende fronteras. En Japón, la startup Elysium Space ha colaborado con la agencia espacial JAXA para enviar cápsulas funerarias a la órbita lunar. En Estados Unidos, la NASA ha permitido en contadas ocasiones que restos simbólicos acompañen a misiones emblemáticas, como la sonda New Horizons a Plutón, que transportó una muestra de las cenizas del astrónomo Clyde Tombaugh, descubridor del planeta enano.
La dimensión simbólica y emocional de estos vuelos es incuestionable. Para muchas familias, supone un homenaje único a la memoria de sus seres queridos, fusionando la tradición con el espíritu de exploración y la fascinación por el cosmos. La posibilidad de que los restos orbiten la Tierra, reingresen en la atmósfera como una última “estrella fugaz”, o incluso viajen más allá, hacia la Luna o Marte, añade un componente épico y casi mitológico al ritual funerario.
A medida que la industria espacial avanza, las fronteras de lo posible se expanden. La exploración de exoplanetas, la colonización lunar o marciana y el desarrollo de tecnologías de propulsión más eficientes abren la puerta a nuevas formas de despedida, que podrían algún día permitir que nuestros restos reposen eternamente en otros mundos.
El negocio de los funerales espaciales, impulsado por la innovación tecnológica y la reducción de costes, está preparado para dejar de ser una rareza y convertirse en una opción real para quienes sueñan con descansar, literalmente, entre las estrellas. (Fuente: SpaceNews)

 
							 
							