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El futuro de Starliner sigue envuelto en incertidumbre tras un año de su accidentado debut

El futuro de Starliner sigue envuelto en incertidumbre tras un año de su accidentado debut

Hace un año, Boeing y la NASA lanzaron el primer vuelo tripulado de la cápsula Starliner, un proyecto que pretendía consolidarse como la alternativa americana a la Crew Dragon de SpaceX en el transporte de astronautas a la Estación Espacial Internacional (ISS). Sin embargo, lejos de despejar dudas, aquel vuelo inaugural dejó en evidencia varios problemas técnicos que, a día de hoy, mantienen en vilo el futuro de esta nave espacial.

El vuelo OFT-2 (Orbital Flight Test-2) tenía como objetivo demostrar la viabilidad de Starliner tras el fallido intento anterior en 2019, cuando un error en el temporizador impidió que la cápsula alcanzase la órbita correcta. En este segundo intento, la nave sí logró acoplarse a la ISS y regresar a tierra, pero el vuelo no estuvo exento de contratiempos: fallos en los propulsores, problemas en los sistemas de acoplamiento y complicaciones en los ordenadores de a bordo volvieron a poner en entredicho la fiabilidad del vehículo.

Desde entonces, Boeing ha trabajado en estrecha colaboración con la NASA para solucionar las deficiencias técnicas detectadas. Pese a ciertos avances, la agencia espacial estadounidense no ha dado luz verde a una nueva misión tripulada con Starliner, ni ha especificado cuándo ni de qué forma podría integrarse la cápsula en el programa de rotación regular de tripulaciones a la ISS. El futuro de la nave, por tanto, permanece en el aire.

Mientras tanto, SpaceX continúa consolidando su hegemonía en el transporte orbital de astronautas. Su cápsula Crew Dragon, desarrollada en paralelo con Starliner bajo el programa Commercial Crew de la NASA, ha realizado ya varias misiones de éxito, tanto para la agencia estadounidense como para clientes privados y otras agencias espaciales internacionales. La fiabilidad demostrada por SpaceX y la rapidez de su desarrollo han dejado en segundo plano los esfuerzos de Boeing, que afronta crecientes presiones financieras y reputacionales.

En este contexto, la NASA se enfrenta a una encrucijada. Aunque el objetivo inicial del programa Commercial Crew era contar con dos proveedores independientes para garantizar la redundancia y la seguridad de acceso a la ISS, la superioridad operativa de SpaceX y los reiterados retrasos y problemas de Starliner ponen en duda la viabilidad de mantener ambos sistemas a largo plazo. Algunas voces dentro de la agencia abogan por dar más tiempo a Boeing para perfeccionar su nave y asegurar la competencia, mientras que otros consideran que los recursos deberían centrarse en tecnologías más prometedoras y fiables.

El panorama internacional tampoco permanece ajeno a estos movimientos. Blue Origin, la empresa aeroespacial fundada por Jeff Bezos, sigue avanzando en el desarrollo de su sistema New Glenn, aunque todavía no ha entrado en el segmento de vuelos tripulados orbitales. Por su parte, la europea PLD Space ha logrado hitos importantes con el lanzamiento del cohete Miura 1 desde Huelva, abriendo la puerta a una mayor presencia europea en el acceso al espacio suborbital y, en el futuro, orbital. Virgin Galactic, centrada en el turismo espacial suborbital, ha comenzado a ofrecer vuelos comerciales, aunque su tecnología aún está lejos de los estándares exigidos para operaciones en la ISS.

En paralelo, la exploración de exoplanetas continúa siendo un campo en auge. La NASA, la ESA y otras agencias internacionales han lanzado misiones como TESS, CHEOPS y el telescopio espacial James Webb, que están revolucionando nuestro conocimiento sobre mundos fuera del Sistema Solar. Estos avances abren nuevas posibilidades para la astrobiología y la búsqueda de vida, aunque, por ahora, el acceso seguro y fiable a la órbita terrestre baja sigue siendo un requisito imprescindible para cualquier programa espacial ambicioso.

La incertidumbre sobre el futuro de Starliner refleja los desafíos inherentes al desarrollo de nuevas tecnologías espaciales, donde el margen de error es mínimo y la competencia, feroz. La decisión de la NASA sobre la próxima misión de la cápsula de Boeing será clave no solo para el devenir de la empresa, sino para el equilibrio de fuerzas en el sector aeroespacial estadounidense y, por extensión, mundial. Por ahora, la industria y la comunidad científica permanecen a la espera de una resolución que podría marcar el rumbo de los vuelos tripulados en la próxima década.

(Fuente: SpaceNews)