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El nuevo propulsor sólido del SLS sufre una anomalía crítica durante su prueba en Utah

El nuevo propulsor sólido del SLS sufre una anomalía crítica durante su prueba en Utah

El desarrollo del Space Launch System (SLS), el supercohete de la NASA llamado a devolver a los astronautas a la Luna, ha tropezado con un importante obstáculo técnico. El pasado 26 de junio, en el desierto de Utah, se produjo una anomalía durante el encendido de prueba de la versión más avanzada del propulsor sólido que impulsa la primera etapa del SLS. Este incidente añade incertidumbre a un programa ya marcado por el retraso y el sobrecoste, y pone en el punto de mira la fiabilidad de una de las piezas clave de la arquitectura lunar estadounidense.

El SLS es el pilar central del programa Artemis, la ambiciosa apuesta de la NASA para establecer una presencia humana sostenible en la superficie lunar y, a largo plazo, preparar el salto hacia Marte. La arquitectura del cohete se basa en una combinación de motores principales alimentados por hidrógeno líquido y oxígeno (RS-25, herederos del transbordador espacial), y dos grandes aceleradores laterales de combustible sólido inspirados también en los usados por el Shuttle. Estos dos boosters proporcionan la mayor parte del empuje necesario para abandonar la gravedad terrestre en los primeros minutos del vuelo.

La prueba realizada en Utah correspondía al llamado «Development Motor-2» (DM-2), parte del proceso para evolucionar el propulsor de cinco segmentos que, en principio, debe mejorar el rendimiento y la eficiencia respecto a generaciones anteriores. Durante las campañas de ensayo, los ingenieros someten a los motores a condiciones extremas para validar su resistencia y funcionalidad antes de autorizar su uso en vuelo real.

Sin embargo, durante el encendido estático del 26 de junio, los sensores detectaron una desviación inesperada en los parámetros internos del propulsor, lo que obligó a interrumpir la prueba antes de lo previsto. Aunque la NASA y Northrop Grumman, empresa responsable de la fabricación, han confirmado que no hubo daños personales ni materiales graves, la investigación para esclarecer el origen del fallo ya está en marcha.

Este tipo de incidentes no son insólitos en la industria aeroespacial, donde la experimentación y el aprendizaje a partir del error son parte del proceso. No obstante, la presión sobre el SLS es particularmente alta: cualquier contratiempo puede traducirse en nuevos retrasos para las misiones Artemis III y IV, que deben llevar a la primera mujer y a la próxima persona al Polo Sur lunar. Además, el alto coste de cada prueba —que puede superar los 100 millones de dólares— añade una capa extra de escrutinio público y político.

La competencia privada y la presión internacional

El revés coincide con un momento de efervescencia en la industria aeroespacial, con empresas privadas como SpaceX pisando fuerte en el desarrollo de vehículos de lanzamiento reutilizables y de gran capacidad. El Starship de Elon Musk, por ejemplo, ha realizado ya varios vuelos de prueba suborbitales y orbitales, aunque aún no ha demostrado una fiabilidad plena. Sin embargo, la promesa de reducir drásticamente los costes de acceso al espacio y la rápida cadencia de ensayos están cambiando el panorama.

Por su parte, Blue Origin, liderada por Jeff Bezos, también avanza en el desarrollo de su propio cohete pesado, el New Glenn, que competirá directamente con el Falcon Heavy de SpaceX y, en el futuro, con el SLS en determinadas misiones gubernamentales. La entrada de estos actores privados obliga a la NASA y a sus contratistas tradicionales a acelerar la innovación y optimizar recursos para no perder relevancia en el liderazgo espacial global.

En Europa, la española PLD Space ha logrado hitos significativos con el lanzamiento de su cohete Miura 1, abriendo la puerta a una mayor autonomía europea en el acceso al espacio para cargas útiles ligeras y experimentos científicos. Virgin Galactic, por su parte, continúa su apuesta por el turismo espacial suborbital, con vuelos comerciales regulares que, aunque no compiten directamente con el SLS en capacidades, contribuyen a democratizar el acceso al espacio.

El papel de los propulsores sólidos en la exploración espacial

Históricamente, los propulsores sólidos han sido un pilar en los grandes lanzadores debido a su potencia bruta y relativa simplicidad mecánica. Desde los míticos cohetes Titan y Delta hasta el Ariane 5 europeo, este tipo de motor ha demostrado su fiabilidad en miles de misiones. Sin embargo, su principal desventaja es la falta de capacidad de apagado o modulación una vez encendidos, lo que obliga a extremar las precauciones en el diseño y las pruebas.

El incidente en Utah se produce en un contexto de presión creciente para lograr lanzadores cada vez más eficientes, flexibles y, en lo posible, reutilizables. Aunque el SLS sigue siendo la gran apuesta institucional de la NASA para los vuelos tripulados más allá de la órbita baja, la carrera tecnológica no da tregua y cualquier tropiezo puede ser aprovechado por los competidores para ganar terreno.

Tras el incidente, la NASA ha reafirmado su compromiso con la seguridad y la excelencia técnica, subrayando que “cada prueba es una oportunidad de aprendizaje para hacer más robusto el sistema”. Se espera que en las próximas semanas se publiquen los resultados de la investigación y se decida si es necesario rediseñar elementos críticos del booster antes de las próximas misiones Artemis.

La exploración lunar y marciana depende en buena medida de la fiabilidad de sus lanzadores. Lo ocurrido en Utah recuerda que, en la conquista del espacio, la excelencia técnica y la resiliencia frente al fallo son tan importantes como la ambición.

(Fuente: SpaceNews)