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El regreso del cohete Zenit: historia de un titán espacial y su incierto futuro

El regreso del cohete Zenit: historia de un titán espacial y su incierto futuro

El sector aeroespacial internacional es testigo de una nueva oleada de lanzadores privados y públicos, con nombres como SpaceX, Blue Origin, Virgin Galactic o la española PLD Space acaparando titulares gracias a sus avances tecnológicos y comerciales. Sin embargo, la historia de la exploración espacial está jalonada de vehículos legendarios, muchos de ellos fruto de la colaboración y la rivalidad entre potencias durante la Guerra Fría. Entre estos titanes destaca el Zenit, un cohete que simbolizó el ingenio y la complejidad de la industria aeroespacial soviética, y cuyo legado sigue resonando en la actualidad, aunque su futuro se presente tan incierto como fascinante.

El cohete Zenit fue diseñado en los años 70 y 80 en la oficina de diseño Yuzhnoye, ubicada en la entonces República Socialista Soviética de Ucrania. Su objetivo era ambicioso: dotar a la Unión Soviética de un lanzador de medio alcance, moderno, automatizado y capaz de ser operado con rapidez y fiabilidad, ideal tanto para misiones militares como comerciales. El Zenit se concibió en versiones de dos y tres etapas, y sirvió de base para cohetes aún más potentes, como el colosal Energía, que pretendía competir con el Saturn V estadounidense.

El primer vuelo del Zenit-2 tuvo lugar en 1985, y pronto se convirtió en uno de los pilares del programa espacial soviético, lanzando satélites de reconocimiento, comunicaciones y meteorología. Tras la disolución de la URSS en 1991, la industria aeroespacial rusa y ucraniana se fragmentó, complicando la producción y operatividad del Zenit. Sin embargo, su robusta ingeniería y la alta eficiencia de su motor RD-171, considerado uno de los más potentes de la historia, permitieron que el Zenit siguiera activo bajo iniciativas internacionales como Sea Launch, una empresa que realizaba lanzamientos desde una plataforma flotante en el Pacífico, atrayendo a clientes comerciales de todo el mundo.

El motor RD-171, desarrollado por la empresa Energomash, es un prodigio de la ingeniería. Utiliza una arquitectura de ciclo cerrado, con prequemadores de oxígeno y queroseno altamente presurizados, lo que le permite generar hasta 7,5 millones de newtons de empuje en su versión más avanzada. Esta tecnología ha sido clave no solo para el Zenit, sino también para otros vehículos como el Antares de Northrop Grumman, que utiliza una versión modificada del RD-181, descendiente directo del RD-171.

A pesar de su impresionante historial, el Zenit ha sufrido los vaivenes políticos y económicos propios de la región postsoviética. La anexión de Crimea en 2014 y el posterior deterioro de las relaciones entre Rusia y Ucrania pusieron en jaque la cooperación industrial necesaria para construir nuevos ejemplares. La producción del Zenit se detuvo, y la flota existente quedó relegada a un puñado de lanzamientos ocasionales. En 2017, el cohete realizó su último vuelo conocido, colocando en órbita un satélite meteorológico ruso.

Mientras tanto, el panorama espacial global ha cambiado radicalmente. Empresas como SpaceX han revolucionado el sector con cohetes reutilizables, como el Falcon 9 y el Falcon Heavy, capaces de reducir costes y aumentar la frecuencia de lanzamientos. Blue Origin, liderada por Jeff Bezos, avanza en el desarrollo del New Glenn, un gigante con motores BE-4 de metano y oxígeno líquido, destinado a competir en el lucrativo mercado de lanzamientos comerciales. Virgin Galactic, por su parte, ha apostado por el turismo espacial suborbital, abriendo nuevas fronteras para el acceso privado al espacio.

En Europa, la joven empresa española PLD Space ha logrado hitos notables, como el lanzamiento exitoso de su prototipo Miura 1 en 2023, demostrando la capacidad de la industria europea para innovar en el sector de los microlanzadores. La Agencia Espacial Europea (ESA) también prepara el debut del Ariane 6, llamado a sustituir al veterano Ariane 5 y mantener la competitividad del continente en el acceso al espacio.

En el ámbito científico, la búsqueda de exoplanetas y la exploración del Sistema Solar siguen despertando el interés de agencias públicas y privadas. La NASA, con sus misiones Perseverance en Marte y el telescopio espacial James Webb, lidera la investigación planetaria y la astrofísica, mientras que China y la India han avanzado notablemente en misiones lunares y sondas interplanetarias.

En este contexto vertiginoso, el Zenit se ha convertido en un vestigio de otra época, pero su tecnología y su legado perduran en la memoria de los ingenieros y en las infraestructuras de lanzamiento de Baikonur y el cosmódromo de Plesetsk. Algunos analistas no descartan un eventual regreso del Zenit, en caso de que las circunstancias políticas y comerciales lo permitan, especialmente dada la demanda creciente de lanzadores medianos para satélites de telecomunicaciones y constelaciones de órbita baja.

Por ahora, el Zenit representa un capítulo crucial en la historia de la astronáutica, un recordatorio de que la exploración espacial siempre ha sido fruto de la colaboración, la competencia y la innovación constante. Y aunque hoy el mundo mire hacia SpaceX, Blue Origin, PLD Space o Virgin Galactic, el espíritu pionero del Zenit sigue orbitando, silencioso pero presente, entre las estrellas.

(Fuente: Arstechnica)