Europa estudia ampliar la constelación IRIS² para asegurar su soberanía espacial

La carrera global por el dominio de las comunicaciones seguras vía satélite ha llevado a los líderes civiles del espacio europeo a plantear una ambiciosa ampliación de su proyecto estrella: la constelación IRIS² (Infrastructure for Resilience, Interconnectivity and Security by Satellite). Concebida inicialmente como una red de unos 290 satélites en órbita baja terrestre, IRIS² aspira a proporcionar comunicaciones seguras y resilientes para gobiernos, instituciones y usuarios estratégicos en toda la Unión Europea. Sin embargo, voces críticas han tachado la iniciativa de “demasiado tardía y demasiado modesta” ante la magnitud de los desafíos tecnológicos y geopolíticos actuales.
El contexto internacional en el que se diseña IRIS² es de máxima competencia. Estados Unidos, a través de programas como el de la Fuerza Espacial y las megaconstelaciones privadas impulsadas por SpaceX (Starlink) y Amazon (Project Kuiper), lleva ventaja en el despliegue de grandes redes de satélites de comunicaciones. SpaceX, en particular, ha revolucionado el sector espacial con más de 6.000 satélites Starlink ya en órbita, ofreciendo cobertura global y demostrando capacidad de reacción en conflictos como el de Ucrania. China, por su parte, avanza con proyectos propios a gran escala para asegurar su independencia tecnológica.
Frente a este escenario, la Unión Europea reconoce la urgencia de asegurar su autonomía estratégica en un ámbito tan sensible como el de las comunicaciones seguras, clave no solo para aplicaciones civiles sino también para la defensa. La constelación IRIS² fue presentada en 2022 como parte del nuevo enfoque europeo hacia el espacio, que busca evitar la dependencia de infraestructuras extranjeras y blindar las redes frente a ciberataques, interferencias y amenazas híbridas.
Sin embargo, tal y como señaló Nicolás Guillermin, responsable de la Comisión Europea para el programa, desde el anuncio del proyecto no han cesado las críticas por la posible insuficiencia del tamaño y la capacidad previstos para IRIS². El diseño inicial, que contempla unos 290 satélites, podría quedarse corto ante la escalada de necesidades de ancho de banda, latencia y cobertura que exige la sociedad digital y las futuras aplicaciones de defensa. Por este motivo, los responsables europeos estudian ahora la posibilidad de escalar el programa, tanto en número de satélites como en capacidades tecnológicas, para asegurar que IRIS² cumpla las expectativas y mantenga la competitividad frente a los colosos globales.
El debate no es nuevo en el sector. Desde el éxito de Starlink, la tendencia apunta a megaconstelaciones de miles de satélites que ofrecen redundancia, baja latencia y gran capacidad de transmisión de datos. Empresas como Blue Origin también han anunciado sus propios proyectos para competir en este segmento, mientras que Virgin Galactic, aunque más centrada en el turismo espacial, ha mostrado interés en la tecnología de satélites. Por su parte, la NASA y otras agencias públicas siguen apostando por el desarrollo de sistemas de comunicaciones interplanetarias y el apoyo a misiones que exploran exoplanetas y el espacio profundo.
En España, la empresa PLD Space ha logrado notoriedad internacional con el lanzamiento de su cohete Miura 1, abriendo la puerta a nuevos actores europeos en la industria espacial. Aunque PLD Space se centra actualmente en el acceso al espacio para cargas útiles, el auge de la demanda de satélites y servicios asociados podría beneficiar a un ecosistema industrial que aspira a participar en grandes programas europeos como IRIS².
La ampliación de IRIS² no solo implica aumentar el número de satélites, sino también mejorar la interoperabilidad, la seguridad cuántica, la capacidad de respuesta ante amenazas y la integración con sistemas terrestres y aéreos. Se prevé que la colaboración público-privada sea clave para acelerar el desarrollo y el despliegue, siguiendo el modelo de éxito que SpaceX ha demostrado con la NASA y el Departamento de Defensa estadounidense.
En paralelo, Europa debe afrontar retos regulatorios, de financiación y de sostenibilidad orbital. El despliegue masivo de satélites incrementa el riesgo de colisiones y la proliferación de basura espacial, lo que exige una gestión coordinada a nivel internacional. La Agencia Espacial Europea (ESA) ya trabaja en iniciativas para la monitorización y la eliminación activa de desechos, un ámbito en el que la cooperación global será indispensable.
Mientras tanto, la carrera por la exploración de exoplanetas y el desarrollo de nuevas tecnologías de propulsión y comunicaciones espaciales sigue avanzando, con la NASA y sus socios internacionales preparando misiones como el telescopio Nancy Grace Roman y el futuro Telescopio de Habitable Worlds, que buscarán planetas similares a la Tierra en otros sistemas solares.
En definitiva, la posible ampliación de IRIS² refleja la voluntad europea de no quedarse atrás en la nueva economía espacial. La decisión final sobre el alcance del programa podría tomarse en los próximos meses, tras un intenso debate técnico y político. Lo que está claro es que el espacio se ha convertido en un terreno estratégico donde la soberanía, la innovación y la cooperación serán claves para garantizar el futuro de Europa como potencia global.
(Fuente: SpaceNews)

 
							 
							