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La Fuerza Aérea de EE.UU. cancela la construcción de plataformas de aterrizaje en un atolón del Pacífico tras críticas medioambientales

La Fuerza Aérea de EE.UU. cancela la construcción de plataformas de aterrizaje en un atolón del Pacífico tras críticas medioambientales

La Fuerza Aérea de Estados Unidos ha decidido poner freno a sus planes de construir plataformas de aterrizaje para cohetes en el remoto atolón de Wake, ubicado en el Pacífico, en respuesta a la creciente presión de grupos ecologistas y la comunidad científica internacional. Esta decisión supone un revés significativo para el programa Rocket Cargo, una de las iniciativas más ambiciosas de la Fuerza Aérea orientada a la utilización de cohetes reutilizables para el transporte rápido de carga militar a cualquier lugar del planeta.

**El programa Rocket Cargo y su importancia estratégica**

El proyecto Rocket Cargo se enmarca dentro de una tendencia creciente en las fuerzas armadas estadounidenses: la adopción de tecnologías de la industria espacial privada para fines logísticos y estratégicos. Inspirado por el éxito de compañías como SpaceX en la reutilización de cohetes (especialmente con su Falcon 9 y Falcon Heavy), el programa pretende emplear lanzadores comerciales para mover cargas de hasta 100 toneladas en cuestión de horas, revolucionando la logística militar global.

El plan original contemplaba el uso de plataformas terrestres y marítimas para el aterrizaje de cohetes en ubicaciones estratégicas, con el atolón de Wake como uno de los puntos clave debido a su aislamiento y su valor geopolítico en el Pacífico. Sin embargo, la construcción de infraestructuras en este entorno extremadamente frágil ha desatado una ola de críticas por parte de biólogos marinos, organizaciones ecologistas y expertos en biodiversidad.

**Precedentes civiles y la colaboración público-privada**

La idea de aprovechar la tecnología de cohetes reutilizables para aplicaciones civiles y militares no es nueva. SpaceX, liderada por Elon Musk, ha demostrado en repetidas ocasiones la viabilidad de aterrizar primeras etapas de cohetes en plataformas flotantes y terrestres, lo que ha permitido reducir costes y acelerar el ritmo de lanzamientos.

La NASA, por su parte, ha fomentado la colaboración con actores privados a través de sus programas Commercial Crew y Commercial Resupply, mientras que agencias como la ESA (Agencia Espacial Europea) y la japonesa JAXA observan con interés las posibilidades de la reutilización. Incluso la española PLD Space, con su cohete Miura 1, ha dado pasos hacia la reutilización suborbital en Europa, subrayando el impacto global de esta tendencia.

En el ámbito del turismo espacial, Virgin Galactic y Blue Origin han utilizado plataformas terrestres para sus vuelos suborbitales tripulados, aunque en contextos mucho menos sensibles desde el punto de vista ambiental. La diferencia clave radica en la escala y el entorno: el atolón de Wake es un ecosistema coralino de enorme valor, hogar de especies endémicas y punto de paso de aves migratorias, lo que lo convierte en una “zona roja” para la conservación.

**Impacto ambiental y reacción social**

El informe preliminar presentado por la Fuerza Aérea reconocía la necesidad de realizar estudios de impacto ambiental, pero las organizaciones ecologistas han denunciado que los riesgos eran inasumibles. Entre las amenazas identificadas se encuentran la destrucción de hábitats coralinos durante la construcción, el riesgo de contaminación por combustibles y residuos, y la posible alteración de rutas migratorias de fauna marina y aves.

A raíz del anuncio, varias voces de la comunidad científica han celebrado la decisión como un triunfo de la sensatez. “Los avances tecnológicos no pueden ir en detrimento de los ecosistemas más frágiles del planeta”, ha afirmado la bióloga marina estadounidense Lisa Conrad, una de las expertas consultadas por el comité de evaluación ambiental.

**Consecuencias y alternativas para el futuro**

La cancelación de este proyecto obliga a la Fuerza Aérea y a sus socios comerciales, entre ellos SpaceX y Blue Origin (ambos interesados en contratos logísticos espaciales), a buscar ubicaciones alternativas, probablemente en zonas ya alteradas o con menor valor ecológico. En paralelo, el Pentágono estudia la posibilidad de emplear plataformas semisumergibles o incluso barcazas adaptadas, siguiendo el modelo de las plataformas autónomas de aterrizaje que SpaceX utiliza en la costa de Florida.

Este episodio pone de relieve el delicado equilibrio entre la innovación tecnológica y la preservación ambiental. A medida que la exploración espacial y la industria de lanzamientos avanzan hacia una mayor reutilización y frecuencia, la selección de ubicaciones para infraestructuras críticas será cada vez más controvertida. En Europa, la Agencia Espacial Europea y empresas como PLD Space observan con atención este tipo de controversias, conscientes de que los futuros puertos espaciales deberán cumplir estrictos estándares medioambientales.

La suspensión del proyecto en el atolón de Wake no supone el fin del programa Rocket Cargo, pero sí marca un punto de inflexión para la integración de la industria aeroespacial y la militar en entornos sensibles. El futuro de la logística espacial pasa inevitablemente por la sostenibilidad y el respeto al entorno, un reto que, más allá de la tecnología, definirá la próxima era de la exploración y el transporte en la órbita baja terrestre y más allá.

(Fuente: SpaceNews)