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Northrop Grumman invierte 50 millones de dólares en Firefly para impulsar su nuevo lanzador orbital

Northrop Grumman invierte 50 millones de dólares en Firefly para impulsar su nuevo lanzador orbital

El sector aeroespacial privado ha vuelto a protagonizar una de las noticias clave del año: Northrop Grumman, uno de los gigantes históricos de la industria espacial estadounidense, ha decidido invertir 50 millones de dólares en Firefly Aerospace. El propósito de este desembolso es acelerar el desarrollo conjunto de un lanzador orbital de capacidad media que ambas compañías están diseñando y que pronto estrenará un nuevo nombre comercial.

Esta inyección de capital supone un paso crucial en la estrategia de Northrop Grumman por consolidar su presencia en el mercado de lanzamientos espaciales, especialmente tras el final del venerable cohete Antares 230, cuya última versión dependía de motores rusos y ucranianos. El conflicto en Ucrania y las sanciones internacionales han forzado a la compañía a buscar alternativas plenamente estadounidenses para garantizar la independencia y seguridad de los lanzamientos de carga hacia la Estación Espacial Internacional (ISS) y otros clientes.

En este contexto, la colaboración con Firefly Aerospace resulta especialmente significativa. Firefly, fundada en 2014 y con sede en Texas, ha destacado en los últimos años por su rápido avance en el desarrollo de cohetes ligeros y medianos, como el Alpha, capaz de colocar hasta 1.170 kg en órbita baja. Ahora, con el respaldo financiero y tecnológico de Northrop Grumman, las dos empresas pretenden dar el salto a un segmento superior del mercado con un lanzador de clase media que podrá competir directamente con pesos pesados como el Falcon 9 de SpaceX o el próximo Ariane 6 europeo.

El nuevo vehículo, cuyo nombre definitivo aún no se ha hecho público, combinará la experiencia en integración de sistemas y cargas útiles de Northrop Grumman con la innovación y la producción ágil de Firefly. Se espera que utilice motores completamente estadounidenses, eliminando cualquier dependencia de componentes extranjeros y alineándose con las prioridades estratégicas del gobierno de los Estados Unidos.

Esta alianza se produce en un momento de transformación global del sector. SpaceX, con su probada capacidad de reutilización y su abrumador dominio en la frecuencia de lanzamientos, ha modificado para siempre las expectativas tanto de los clientes comerciales como institucionales. Blue Origin, por su parte, sigue avanzando en los preparativos para el debut de su cohete New Glenn, aunque con retrasos acumulados. Mientras tanto, Virgin Galactic continúa centrando su actividad en el turismo suborbital y la experimentación científica, y la española PLD Space se prepara para el primer vuelo orbital de su cohete Miura 5, con la vista puesta en consolidarse como la referencia europea en lanzadores ligeros.

En el ámbito de las agencias públicas, la NASA sigue confiando en proveedores comerciales para el abastecimiento de la ISS y el despliegue de satélites científicos, mientras que la ESA (Agencia Espacial Europea) busca nuevas alianzas y soluciones ante la retirada del Ariane 5 y los retrasos del Ariane 6. En este contexto, el desarrollo de nuevos lanzadores de clase media adquiere una importancia estratégica, ya que pueden ofrecer flexibilidad, precios más competitivos y una mayor adaptabilidad a las necesidades de cada misión.

El acuerdo entre Northrop Grumman y Firefly no solo incluye la financiación, sino también el intercambio de tecnología y recursos humanos. Se prevé que el nuevo cohete esté listo para sus primeras pruebas a mediados de la década, con la ambición de captar tanto contratos gubernamentales como comerciales. Entre los posibles clientes figuran la propia NASA, la Fuerza Espacial de Estados Unidos y operadores internacionales de satélites.

En definitiva, esta inversión refuerza la tendencia hacia una mayor colaboración entre grandes grupos industriales y startups innovadoras, en una carrera por liderar la próxima generación de lanzadores espaciales. El éxito de este nuevo cohete podría reconfigurar el equilibrio de poder en el acceso al espacio, ofreciendo nuevas oportunidades y retos tanto para los actores tradicionales como para los emergentes.

(Fuente: SpaceNews)