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Polémica en el Senado de EE. UU. por el traslado del transbordador Discovery a Houston

Polémica en el Senado de EE. UU. por el traslado del transbordador Discovery a Houston

El futuro del transbordador espacial Discovery, uno de los iconos más reconocibles de la era de los vuelos tripulados de la NASA, ha desatado un intenso debate en el Senado de los Estados Unidos. La propuesta para trasladar el Discovery desde su actual hogar en el Museo Nacional del Aire y el Espacio del Smithsonian, en Washington D.C., hasta el Centro Espacial de Houston, ha puesto sobre la mesa no solo cuestiones técnicas y logísticas, sino también interrogantes sobre el valor histórico, el coste y la viabilidad de semejante operación.

A día de hoy, el Discovery —que realizó 39 misiones entre 1984 y 2011, incluyendo el lanzamiento del telescopio Hubble y la última misión del programa Shuttle— es una de las piezas centrales en la exposición del Smithsonian. El museo, considerado el mayor referente mundial en la preservación de la historia aeroespacial, recibió el Discovery tras el fin del programa de transbordadores espaciales, desplazando al Enterprise, un prototipo que fue enviado a Nueva York.

La polémica surgió tras la presión de varios legisladores texanos, que consideran que Houston, sede del Johnson Space Center de la NASA y cuna del control de misiones durante décadas, merece albergar un transbordador auténtico. Argumentan que la ciudad ha jugado un papel clave en el desarrollo y operación de los vuelos tripulados estadounidenses, y que la presencia de una nave histórica como el Discovery impulsaría la educación STEM y el turismo científico en la región.

Sin embargo, el proyecto no está exento de obstáculos. El coste estimado de trasladar el Discovery supera los 80 millones de dólares, una cifra que ha encendido las alarmas en el Senado, especialmente entre quienes defienden mantener la nave en el Smithsonian. Los críticos sostienen que el museo de Washington reúne las condiciones óptimas para la preservación del Discovery, tanto por sus instalaciones de conservación como por el acceso a recursos técnicos especializados. Además, advierten de los riesgos inherentes al transporte de una pieza tan frágil y valiosa, cuyo daño sería irreparable desde un punto de vista patrimonial.

En las audiencias recientes, varios senadores han expuesto visiones encontradas. Mientras los representantes de Texas insisten en que Houston merece una nave de estas características, otros legisladores argumentan que el Smithsonian cumple una función nacional y global al facilitar el acceso a la historia aeroespacial en un entorno de máxima seguridad. Además, plantean dudas sobre la viabilidad de mantener el Discovery en condiciones óptimas una vez trasladado, dado que el clima y las infraestructuras de Houston podrían no igualar los estándares actuales.

El debate sobre el Discovery se produce en un momento de creciente interés por la exploración espacial, alimentado tanto por misiones públicas como por el auge de la iniciativa privada. El éxito de SpaceX, que sigue batiendo récords de reutilización y frecuencia de lanzamientos, junto a los avances de Blue Origin en la carrera por el turismo suborbital, han renovado el entusiasmo por la ingeniería espacial en todo el país. En paralelo, la NASA prepara el regreso a la Luna con el programa Artemis, mientras que empresas como PLD Space en España demuestran que la nueva carrera espacial es un fenómeno de alcance global. El interés ciudadano por la historia y el futuro del sector no deja de crecer, como demuestra la afluencia masiva a museos y centros científicos especializados.

No es la primera vez que la ubicación de los vehículos históricos de la NASA genera controversia. Tras el cese del programa Shuttle, la asignación de los orbitadores retirados fue objeto de intensas negociaciones políticas. El Atlantis se quedó en Florida, el Endeavour viajó a Los Ángeles y el Enterprise se trasladó a Nueva York, decisiones que en su día también suscitaron quejas de ciudades y regiones con fuerte tradición aeroespacial.

Dentro y fuera del Senado, voces expertas piden prudencia y priorizar la conservación sobre la política localista. Organizaciones patrimoniales y expertos en ingeniería aeroespacial subrayan que el Discovery no solo es un símbolo nacional sino un testimonio de los logros científicos y tecnológicos de la humanidad. Cualquier traslado debe garantizar la máxima seguridad y viabilidad técnica, evitando repetir los errores del pasado, como ocurrió con el descuido de algunos cohetes históricos en exposiciones a la intemperie.

Por el momento, no se ha tomado una decisión definitiva. El debate sigue abierto y es probable que la cuestión termine resolviéndose a través de un acuerdo político que, en última instancia, tendrá en cuenta tanto la viabilidad técnica como el impacto social y educativo del destino final del Discovery.

En conclusión, el destino del transbordador Discovery sigue siendo incierto, reflejo de las tensiones entre el respeto por el legado histórico y las aspiraciones de las comunidades locales. Mientras tanto, el sector espacial, tanto público como privado, continúa avanzando a pasos agigantados, inspirando nuevas generaciones y dejando claro que la exploración del espacio sigue ocupando un lugar central en el imaginario colectivo.

(Fuente: SpaceNews)