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Rusia asume en solitario el reto de mantener la Estación Espacial Internacional tras el repliegue occidental

Rusia asume en solitario el reto de mantener la Estación Espacial Internacional tras el repliegue occidental

La Estación Espacial Internacional (ISS) ha sido durante más de dos décadas un símbolo de cooperación internacional y un laboratorio único en el espacio. Sin embargo, la situación política global y el avance de nuevos programas espaciales han cambiado el panorama de forma drástica. Tras el inicio de la guerra en Ucrania y la consiguiente escalada de tensiones entre Rusia y Occidente, Estados Unidos, Europa, Japón y Canadá han anunciado su hoja de ruta para abandonar paulatinamente el proyecto de la ISS, dejando a Roscosmos, la agencia espacial rusa, como principal responsable de su mantenimiento y operación.

La ISS ha sido un ejemplo de ingeniería y diplomacia, integrando módulos y tripulación de diferentes países desde su lanzamiento en 1998. Originalmente, el laboratorio orbital fue concebido como una plataforma conjunta para fomentar la colaboración científica y tecnológica entre antiguos rivales de la Guerra Fría. El segmento estadounidense, gestionado por la NASA y sus socios internacionales, y el segmento ruso, bajo control de Roscosmos, han operado con relativa armonía, compartiendo recursos y responsabilidades.

No obstante, la tensión geopolítica actual ha acelerado los planes de retirada de las agencias occidentales. La NASA ha confirmado que su apoyo se mantendrá hasta 2030, fecha en la que se espera que sus equipos y experimentos sean trasladados a futuras estaciones privadas o a la creciente infraestructura lunar del programa Artemis. La Agencia Espacial Europea (ESA), por su parte, ya ha iniciado la desvinculación de sus astronautas y módulos científicos, mientras que Japón y Canadá siguen el mismo camino.

Rusia, en consecuencia, se enfrenta al desafío de mantener la ISS casi en solitario, lo que implica asumir la totalidad de los costes operativos, la logística de reabastecimiento y el mantenimiento de sistemas que han superado ampliamente su vida útil inicial. Muchos módulos rusos, como el Zvezda y el Zarya, presentan ya signos de fatiga estructural: microfisuras, fugas de aire o averías en los sistemas de soporte vital. Las recientes declaraciones de Yuri Borisov, director de Roscosmos, han reconocido que la ISS se encuentra en una «fase crítica», advirtiendo que la agencia evaluará la viabilidad de continuar más allá de 2028.

Este nuevo escenario sitúa a Rusia ante una encrucijada tecnológica y económica. Mantener la ISS operativa requiere no solo recursos financieros considerables, sino también la capacidad de seguir enviando tripulación y suministros a través de las naves Soyuz y Progress, así como desarrollar repuestos para equipos obsoletos. Además, la retirada de la colaboración occidental implica que Rusia perderá acceso a experimentos científicos cruciales y a tecnologías de última generación, lo que podría limitar el atractivo y la rentabilidad de la estación.

Mientras tanto, el resto del mundo espacial avanza hacia nuevas fronteras. SpaceX, la empresa de Elon Musk, ha consolidado su liderazgo en el transporte de astronautas y carga a la órbita baja con la cápsula Crew Dragon, además de preparar su ambicioso sistema Starship para misiones lunares y marcianas. Blue Origin, la compañía de Jeff Bezos, acelera el desarrollo de su estación orbital privada, llamada Orbital Reef, en colaboración con Sierra Space y Boeing, con la intención de ofrecer alojamiento y laboratorios a clientes comerciales y agencias gubernamentales.

La NASA, por su parte, concentra sus esfuerzos en el programa Artemis, cuyo objetivo es regresar a la Luna en esta década e instalar una presencia permanente en su superficie y órbita, a través de la estación Gateway, que contará con módulos de la ESA, Canadá y Japón. Asimismo, la agencia estadounidense ha impulsado la búsqueda de exoplanetas habitables mediante telescopios como el James Webb, que ya ha detectado atmósferas complejas en mundos lejanos, abriendo una nueva era en la astrobiología.

En Europa, la empresa española PLD Space ha conseguido avances significativos en el desarrollo del Miura 1 y Miura 5, cohetes reutilizables pensados para el lanzamiento de pequeños satélites, situando a España en el mapa de la nueva carrera espacial comercial. Virgin Galactic, por su parte, sigue apostando por el turismo suborbital, con vuelos regulares de su nave SpaceShipTwo, que permiten a civiles experimentar unos minutos de ingravidez y ver la curvatura terrestre.

El futuro de la ISS, en manos de Rusia, es incierto. Su posible abandono o caída controlada a la atmósfera supondría el fin de una era de colaboración sin precedentes, pero también abriría la puerta a una constelación de estaciones privadas y nacionales que competirán por el liderazgo en la órbita baja. El reto para Roscosmos será doble: mantener la seguridad y operatividad de una infraestructura envejecida, y redefinir su papel en un contexto espacial cada vez más fragmentado y dominado por actores privados.

El destino de la estación marcará sin duda una nueva etapa en la historia de la exploración espacial, donde la cooperación internacional se verá sustituida por la competencia tecnológica y geopolítica en la órbita terrestre. El legado de la ISS quedará como testigo de una época en la que la ciencia y la diplomacia lograron trascender fronteras, aunque solo sea por un tiempo limitado.

(Fuente: Arstechnica)