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Rocket Lab se enfrenta a un “test de soberanía” por la compra de Mynaric, líder en comunicaciones láser

Rocket Lab se enfrenta a un “test de soberanía” por la compra de Mynaric, líder en comunicaciones láser

El sector espacial internacional vive un momento de tensión tras el anuncio de Rocket Lab, la empresa aeroespacial estadounidense con sede en Long Beach (California), sobre su intención de adquirir Mynaric, una compañía alemana puntera en tecnología de comunicaciones ópticas. Esta operación, valorada en torno a 150 millones de dólares (unos 138 millones de euros), ha puesto sobre la mesa el debate sobre la soberanía tecnológica europea en el ámbito espacial y la protección de activos estratégicos frente a adquisiciones extranjeras.

Rocket Lab, fundada en 2006 por el ingeniero neozelandés Peter Beck, se ha consolidado en los últimos años como uno de los actores más dinámicos en el lanzamiento de satélites de pequeño tamaño gracias a su cohete Electron y al desarrollo del futuro Neutron, enfocado al mercado de cargas medianas e incluso misiones tripuladas. La empresa, que compite en un sector dominado por gigantes como SpaceX y Blue Origin, busca diversificar su negocio y ganar peso en la industria de los satélites y las comunicaciones.

Por su parte, Mynaric, con sede en Múnich, es uno de los referentes mundiales en el desarrollo de terminales láser para comunicaciones ópticas entre satélites, aviones y estaciones terrestres. Sus soluciones permiten transmitir datos a velocidades ultra rápidas y con gran seguridad, lo que resulta esencial en aplicaciones como la defensa, la observación de la Tierra y la conectividad global. La tecnología de Mynaric es considerada sensible y estratégica no solo por su potencial comercial, sino también por su relevancia en misiones críticas tanto civiles como militares.

El acuerdo de adquisición, anunciado en marzo, está siendo examinado por las autoridades alemanas y europeas en el marco de las leyes que regulan la inversión extranjera en sectores considerados críticos. Alemania, como otros países de la Unión Europea, ha endurecido en los últimos años sus mecanismos de control para evitar que compañías extranjeras, especialmente de fuera del espacio comunitario, tomen el control de empresas con tecnologías clave. El caso de Mynaric no es una excepción, y el Ministerio de Economía alemán ha iniciado una revisión exhaustiva para determinar si la operación pone en riesgo la autonomía tecnológica y la seguridad nacional.

La llamada “prueba de soberanía” no solo afecta a Alemania, sino que se enmarca en el amplio debate europeo sobre cómo proteger sus capacidades estratégicas en un contexto de competencia global. La Comisión Europea ha advertido en repetidas ocasiones sobre la necesidad de preservar la independencia en áreas como el acceso al espacio, las telecomunicaciones seguras y la defensa. La reciente guerra en Ucrania y la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China han reforzado esta preocupación, impulsando iniciativas como el programa IRIS² de satélites para comunicaciones gubernamentales seguras o el refuerzo de la Agencia Espacial Europea (ESA) como actor autónomo.

En este contexto, la compra de Mynaric por Rocket Lab ha generado inquietud entre algunos responsables políticos y expertos del sector. Temen que la transferencia de propiedad pueda derivar en una fuga de tecnología hacia Estados Unidos y en la pérdida de capacidad industrial en Europa. No obstante, Rocket Lab ha intentado tranquilizar a las autoridades asegurando que mantendrá la sede y las operaciones de Mynaric en Alemania, y que la empresa seguirá sujeta a las normativas europeas en materia de exportación y seguridad.

El caso recuerda a otros episodios recientes en los que la inversión extranjera en tecnología espacial ha sido objeto de escrutinio. En 2020, la compra de una participación mayoritaria en la británica OneWeb por parte del gobierno del Reino Unido y la india Bharti Global se justificó precisamente por motivos de soberanía tecnológica frente a intereses foráneos. Más cerca, en España, la firma PLD Space ha defendido su carácter independiente y el desarrollo de tecnología nacional como una ventaja competitiva en el emergente sector de lanzadores europeos.

El desenlace de la operación Rocket Lab-Mynaric marcará seguramente un precedente para futuras adquisiciones en el sector espacial europeo. Más aún, llega en un momento clave, cuando la ESA y los estados miembros buscan potenciar una “Europa espacial” robusta frente a la pujanza de actores privados como SpaceX, que sigue batiendo récords con su Falcon 9 y su red Starlink, o Blue Origin, que prepara el debut de su cohete New Glenn y promueve el turismo espacial junto a Virgin Galactic.

En paralelo, la NASA avanza en misiones emblemáticas como Artemis y el estudio de exoplanetas, mientras proliferan iniciativas privadas y públicas para liderar la próxima era de la exploración espacial. En este tablero, el control sobre las tecnologías críticas, como las comunicaciones ópticas de Mynaric, será cada vez más determinante.

La decisión final de las autoridades alemanas y europeas sobre la adquisición de Mynaric podría redefinir los equilibrios en la industria espacial global y marcar el rumbo sobre cómo Europa gestiona su autonomía en un espacio cada vez más disputado.

(Fuente: SpaceNews)