SpaceX acelera la producción masiva de segundas etapas para sus lanzadores

La industria espacial está atravesando un momento de intensa actividad y transformación, impulsada principalmente por la necesidad de aumentar la cadencia de lanzamientos y reducir costes. En este contexto, SpaceX, la emblemática compañía dirigida por Elon Musk, ha dejado claro que uno de sus principales retos inmediatos reside en la producción a gran escala de las segundas etapas de sus cohetes orbitales, una pieza crítica en la arquitectura de sus vehículos lanzadores.
El papel fundamental de la segunda etapa
En cualquier lanzador orbital moderno, la segunda etapa juega un papel esencial: es la encargada de llevar la carga útil desde una órbita baja preliminar hasta la órbita final deseada, o incluso a trayectorias interplanetarias en misiones más ambiciosas. Si bien la primera etapa proporciona la mayor parte del impulso para escapar de la gravedad terrestre, la segunda etapa, de menor tamaño y peso, debe ser extremadamente eficiente y fiable, ya que opera en el vacío del espacio y es la responsable última de cumplir los requisitos orbitales de cada misión.
En el caso de SpaceX, tanto el Falcon 9 como el Falcon Heavy emplean una segunda etapa propulsada por un único motor Merlin Vacuum (Merlin-Vac), alimentado por queroseno (RP-1) y oxígeno líquido. Esta etapa ha demostrado su fiabilidad en cientos de lanzamientos, pero su naturaleza desechable —ya que no está diseñada para ser recuperada ni reutilizada— exige que la cadena de producción funcione como un reloj suizo.
Aumento de la demanda y retos logísticos
La demanda de lanzamientos comerciales, misiones gubernamentales y, sobre todo, las aspiraciones de constelaciones como Starlink, han disparado la necesidad de fabricar segundas etapas a un ritmo sin precedentes. Mientras que la primera etapa del Falcon 9 puede ser reutilizada hasta una veintena de veces, cada vuelo requiere una segunda etapa completamente nueva. Por tanto, el cuello de botella en la producción se sitúa precisamente en este componente, que debe ensamblarse, testearse y certificarse con precisión meticulosa.
Para poner en perspectiva la magnitud del reto: si SpaceX aspira a mantener, o incluso aumentar, su récord de ritmo de lanzamientos —que en 2023 superó la cifra de 90 vuelos anuales—, es imprescindible que la producción de segundas etapas pueda igualar esa cadencia, lo que implica la fabricación de, al menos, dos unidades por semana. Esta presión se ve incrementada por la creciente competencia en el sector y la inminente entrada en servicio de sistemas aún más ambiciosos, como el Starship.
Evolución tecnológica y planes de futuro
La estrategia de SpaceX para abordar este desafío combina la automatización de procesos industriales, la optimización de la cadena de suministro y la integración vertical. La compañía ha invertido en nuevas líneas de ensamblaje en sus instalaciones de Hawthorne (California) y en la planta de McGregor (Texas), donde se llevan a cabo pruebas estáticas de los motores y etapas completas. Además, el diseño modular de las segundas etapas permite agilizar los procesos de producción, facilitando la sustitución de componentes y el control de calidad.
A medio plazo, la transición hacia el sistema Starship —con sus propias etapas superiores, completamente reutilizables— podría aliviar la presión sobre la producción de segundas etapas desechables. Sin embargo, hasta que esa arquitectura esté plenamente operativa y certificada para misiones comerciales y tripuladas, la dependencia de las segundas etapas actuales seguirá siendo absoluta.
El panorama internacional y la competencia
El reto que afronta SpaceX no es exclusivo. Otras empresas privadas y agencias espaciales, como Blue Origin con su cohete New Glenn (cuyo debut se espera en 2025), Virgin Galactic y su impulso al turismo suborbital, o la española PLD Space con el lanzador MIURA 5, también están perfeccionando sus procesos productivos para responder a la demanda creciente. En el ámbito público, la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA) han manifestado su interés en fortalecer las cadenas de suministro y fomentar la fabricación local de etapas y motores, especialmente tras las disrupciones causadas por la guerra en Ucrania y la pandemia.
El futuro de la exploración espacial, tanto en el ámbito comercial como científico, dependerá en buena medida de la capacidad de la industria para producir, probar y certificar componentes críticos como las segundas etapas a un ritmo vertiginoso, sin sacrificar la seguridad ni la fiabilidad.
A medida que se intensifica la carrera espacial, la capacidad de las compañías para escalar su producción determinará quién lidera la nueva generación de lanzamientos orbitales. El éxito de SpaceX, y de quienes les siguen de cerca, será clave para el futuro de la exploración y comercialización del espacio exterior.
(Fuente: Arstechnica)

 
							 
							