El cráter Cilix de Europa revela secretos geológicos gracias a las imágenes 3D de la sonda Galileo

Europa, una de las lunas heladas de Júpiter y objetivo prioritario en la búsqueda de vida extraterrestre, sigue desvelando su complejo pasado gracias a los avances en procesamiento de imágenes y a los datos históricos obtenidos por la NASA. Una reciente reconstrucción tridimensional del cráter Cilix, basada en imágenes estereoscópicas tomadas por la sonda Galileo, ha permitido a los científicos obtener una visión sin precedentes de la morfología y la historia geológica de esta estructura de impacto.
El cráter Cilix, con sus 18 kilómetros de diámetro, destaca en la superficie helada de Europa como una de las formaciones más prominentes y mejor conservadas. Fue fotografiado durante varias aproximaciones de la nave Galileo entre 1996 y 2003, pero no ha sido hasta hace poco, en 2013, cuando los especialistas lograron combinar el archivo original con modelos digitales de elevación (DEM) para crear una imagen tridimensional de alta resolución. Utilizando técnicas avanzadas de procesamiento digital, los expertos han generado una vista que permite analizar la profundidad, los relieves y las características internas del cráter con un detalle que antes era inalcanzable.
La importancia de Cilix radica en que es uno de los pocos cráteres de impacto en Europa cuyo relieve no ha sido completamente borrado por la actividad tectónica y el flujo de hielo superficial. Esto lo convierte en una ventana al pasado reciente de la luna joviana, permitiendo estimar la edad de su superficie y los procesos dinámicos que la remodelan constantemente. A diferencia de la Luna o Mercurio, donde los cráteres perduran durante miles de millones de años, en Europa son rápidamente erosionados o cubiertos por el hielo que se desplaza y resurge desde capas inferiores, impulsado por el calor interno y las mareas gravitatorias de Júpiter.
El análisis tridimensional de Cilix ha revelado que presenta un borde elevado y una depresión central, típicos de los cráteres de impacto medianos en cuerpos helados. Además, se observan fracturas radiales y zonas de colapso en las paredes internas, probablemente causadas por la fusión parcial del hielo durante el impacto y la posterior solidificación. Estos detalles han permitido estimar la energía liberada en el evento y las características del objeto que colisionó contra Europa.
El interés científico de Europa no se limita a sus cráteres. Desde hace décadas, la comunidad internacional –tanto agencias públicas como entidades privadas– considera a esta luna un posible refugio para formas de vida primitiva. Bajo su corteza helada, que se estima tiene entre 15 y 25 kilómetros de espesor, se extiende un océano subsuperficial de agua líquida, posiblemente en contacto con el manto rocoso, lo que podría generar fuentes hidrotermales similares a las que albergan vida en la Tierra.
La NASA, tras el legado de Galileo, ultima el lanzamiento de la misión Europa Clipper, que partirá en 2024 para realizar sobrevuelos detallados y estudiar la composición química, la actividad geológica y la habitabilidad potencial de Europa. El desarrollo de nuevas técnicas de imagen, como las aplicadas al cráter Cilix, será clave para interpretar los datos que envíe la próxima generación de sondas.
En paralelo al esfuerzo estadounidense, empresas privadas como SpaceX y Blue Origin han mostrado interés en el transporte interplanetario, aunque por ahora sus principales logros se concentran en lanzadores reutilizables y misiones orbitales. Mientras, en Europa, la compañía española PLD Space avanza en el desarrollo de cohetes suborbitales y sistemas de lanzamiento económico, abriendo la puerta a futuras misiones científicas al sistema solar exterior. Virgin Galactic, por su parte, continúa enfocada en el turismo espacial suborbital, pero sus tecnologías de propulsión y vuelo podrían ser adaptadas en el futuro para misiones más allá de la órbita terrestre.
El estudio de exoplanetas y lunas como Europa, en la frontera del conocimiento humano, continúa inspirando la colaboración entre agencias como la NASA, la ESA, y empresas emergentes del sector aeroespacial. La combinación de datos históricos, como los proporcionados por Galileo, con nuevas herramientas de análisis y misiones de vanguardia, permite avanzar en el objetivo común de comprender los procesos que han modelado nuestro sistema solar y, quizá, descubrir indicios de vida más allá de la Tierra.
La exploración de Cilix y de otros cráteres de Europa representa un paso crucial en el desentrañamiento de la historia geológica de la luna y prepara el terreno para futuras misiones que buscarán responder a la gran pregunta: ¿estamos solos en el universo? (Fuente: NASA)

 
							 
							