La misión europea que podría evitar el colapso de la gran cinta transportadora oceánica

Durante el Living Planet Symposium, uno de los encuentros científicos más relevantes en el ámbito de la observación terrestre, se ha presentado un proyecto crucial de la Agencia Espacial Europea (ESA) que podría transformar nuestra comprensión del sistema climático global. Se trata de la Next Generation Gravity Mission (NGGM), cuya tecnología de seguimiento gravitacional permitiría observar por primera vez de forma directa la evolución de uno de los sistemas de circulación oceánica más importantes del planeta: la Circulación de Retorno Meridional Atlántica (AMOC).
El AMOC es la gigantesca corriente que transporta aguas cálidas desde los trópicos hasta el Atlántico Norte, regulando el clima de Europa y gran parte del hemisferio norte. Su debilitamiento, documentado en estudios recientes, podría desencadenar drásticos cambios en el clima mundial, desde inviernos extremos en Europa hasta alteraciones en los monzones africanos y sudamericanos. Los científicos advierten incluso de un posible colapso de esta “cinta transportadora” oceánica, con consecuencias imprevisibles para la agricultura, la biodiversidad y la vida humana.
La NGGM de la ESA nace precisamente para dar respuesta a este desafío. Se trata de una misión satelital que, mediante pares de satélites en formación, medirá con una precisión sin precedentes las variaciones del campo gravitatorio terrestre causadas por el desplazamiento de masas de agua en los océanos, el deshielo polar y los cambios en las reservas subterráneas. Esta información es fundamental para entender el balance hídrico global, pero también permitirá, por primera vez, rastrear en tiempo real los flujos profundos que alimentan el AMOC.
El principal antecedente de la NGGM es la exitosa misión GRACE, lanzada en 2002 en colaboración entre la NASA y el Centro Aeroespacial Alemán. Este par de satélites gemelos revolucionó la geofísica al registrar variaciones mensuales en la gravedad terrestre, revelando pérdidas de masa en los polos y cambios en los acuíferos. Sin embargo, su resolución espacial y temporal resultaba insuficiente para captar con detalle los cambios en la circulación oceánica profunda. La nueva misión europea, prevista para la segunda mitad de esta década, incorporará sensores de última generación y una arquitectura dual capaz de detectar variaciones mucho más sutiles, lo que permitirá rastrear la “huella gravitatoria” de las grandes corrientes marinas.
Mientras tanto, la NASA sigue avanzando en el desarrollo de misiones complementarias, como SWOT, dedicada al estudio de la topografía superficial de los océanos y lagos, y la misión GRACE Follow-On, que continúa el legado de la misión original. Por su parte, SpaceX y Blue Origin, los actores privados más destacados del sector, han mostrado interés en colaborar con misiones científicas mediante el lanzamiento de satélites y el desarrollo de plataformas reutilizables, que podrían abaratar los costes y aumentar la frecuencia de observaciones.
En España, la empresa PLD Space ha dado pasos importantes en el sector espacial privado, con el lanzamiento de su cohete suborbital MIURA 1, demostrando la capacidad de la industria nacional para participar en futuras misiones científicas y de observación de la Tierra. Virgin Galactic, aunque más centrada en el turismo espacial, explora también aplicaciones en experimentos de microgravedad que podrían servir de apoyo a investigaciones climáticas.
Al margen de la observación terrestre, el interés por los exoplanetas sigue en auge. Tanto la NASA como la ESA, con misiones como TESS y CHEOPS, buscan planetas fuera del sistema solar que puedan albergar condiciones similares a la Tierra, lo que ayuda a contextualizar la fragilidad de nuestro propio planeta ante los cambios climáticos.
La Next Generation Gravity Mission representa, por tanto, un salto cualitativo clave en la monitorización de los procesos que regulan el clima global. Su capacidad para rastrear la salud de la circulación oceánica atlántica podría ser la herramienta definitiva para anticipar y mitigar los peores escenarios de crisis climática. En palabras de los expertos reunidos en el Living Planet Symposium, “disponer de datos de alta precisión sobre el estado de la AMOC no es solo una cuestión científica, sino una urgencia para la seguridad y el bienestar de millones de personas”.
La ESA lidera así el esfuerzo internacional para dotarnos de un sistema de alerta temprana frente al colapso de los grandes reguladores del clima, subrayando la importancia de la cooperación entre agencias públicas y empresas privadas para afrontar los desafíos del siglo XXI. El futuro del clima terrestre puede depender, en buena medida, de la información que recopile esta nueva generación de satélites.
(Fuente: ESA)

 
							 
							