Las cámaras de Hubble y Webb capturan el bullicioso nacimiento estelar en dos cúmulos abiertos

Las imágenes más recientes captadas por los telescopios espaciales Hubble y James Webb de la NASA han desvelado con gran detalle un paisaje caótico y fascinante en el corazón de la Pequeña Nube de Magallanes, una de las galaxias satélite que orbitan nuestra Vía Láctea. Allí, en un rincón repleto de gas, polvo y estrellas, dos cúmulos abiertos, denominados NGC 460 y NGC 456, despliegan todo su esplendor, revelando los secretos de la formación estelar a lo largo de miles de millones de años.
NGC 460 y NGC 456: laboratorios estelares en miniatura
Estos cúmulos abiertos, situados a unos 200.000 años luz de la Tierra, ofrecen una oportunidad única para estudiar los procesos que dan lugar al nacimiento y la evolución de las estrellas. A diferencia de los cúmulos globulares, que son antiguos y muy poblados con cientos de miles de estrellas, los cúmulos abiertos como NGC 460 y NGC 456 suelen albergar entre unas pocas decenas y varios miles de estrellas, muchas de ellas jóvenes y calientes. Su relativa juventud y baja densidad los convierten en laboratorios naturales para observar el desarrollo de estrellas desde su gestación en nubes de gas y polvo hasta su madurez.
La Pequeña Nube de Magallanes, donde se encuentran estos cúmulos, es una galaxia enana irregular visible desde el hemisferio sur. Su proximidad y bajo contenido en metales la hacen ideal para comparar los procesos de formación estelar con los que ocurren en la Vía Láctea. De hecho, algunos astrónomos consideran que la Pequeña Nube de Magallanes podría parecerse a las primeras galaxias que surgieron en el Universo.
Observación conjunta: la potencia de Hubble y Webb
La imagen combinada resulta de la colaboración entre dos de los instrumentos más avanzados jamás enviados al espacio. El Hubble, activo desde 1990, ha aportado su aguda visión en el espectro óptico y ultravioleta. Por su parte, el telescopio James Webb, lanzado en diciembre de 2021, ha sumado su capacidad para captar el infrarrojo cercano y medio, permitiendo penetrar las densas nubes de polvo que suelen ocultar las fases tempranas de la formación estelar.
Al superponer los datos de ambos telescopios, los astrónomos pueden discernir detalles imposibles de captar por separado. Las estrellas jóvenes y masivas, que emiten en el ultravioleta, aparecen junto a los filamentos oscuros de polvo y las regiones brillantes donde nuevas estrellas están naciendo, visibles en el infrarrojo. Este enfoque multidisciplinar está revolucionando nuestra comprensión de cómo se forman y evolucionan las poblaciones estelares en distintos entornos galácticos.
Implicaciones para la astrofísica moderna
El estudio detallado de NGC 460 y NGC 456 no sólo ayuda a entender los mecanismos de formación estelar en la Pequeña Nube de Magallanes, sino que también tiene implicaciones más amplias. Uno de los grandes objetivos de la astrofísica contemporánea es reconstruir la historia de la formación estelar en el Universo. Al estudiar cúmulos abiertos en galaxias cercanas con diferente composición química, los científicos pueden afinar los modelos sobre cómo se ensamblan y evolucionan las galaxias a lo largo del tiempo cósmico.
Además, muchos de los exoplanetas detectados por misiones como TESS o Kepler orbitan estrellas en cúmulos abiertos similares. Comprender el entorno en el que nacen y evolucionan estas estrellas puede arrojar luz sobre las condiciones que favorecen la formación de sistemas planetarios, un tema de gran interés tanto para la NASA como para las agencias europeas y privadas como PLD Space, que recientemente ha lanzado su primer cohete suborbital desde Huelva.
La importancia de la cooperación internacional
Este avance técnico y científico es fruto de la colaboración internacional. La NASA, junto con la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense (CSA), han puesto a disposición de la comunidad astronómica los datos de Webb y Hubble, permitiendo que equipos de todo el mundo, incluidos ingenieros y científicos españoles, participen en el análisis y la interpretación de las imágenes.
Mientras empresas privadas como SpaceX y Blue Origin continúan impulsando el acceso al espacio y proyectos como el Artemis de la NASA planean el regreso a la Luna, la exploración del cosmos profundo sigue siendo dominio de la cooperación pública y la suma de capacidades científicas internacionales.
Un futuro prometedor para la exploración estelar
El estudio de cúmulos abiertos como NGC 460 y NGC 456 augura un futuro emocionante para la astronomía. A medida que la tecnología de observación avanza y se suman nuevas misiones, como el telescopio espacial Roman, se espera que la humanidad pueda reconstruir con mayor precisión la historia de nuestro Universo y, quizá, encontrar pistas sobre la existencia de vida más allá de nuestro planeta.
Las imágenes conjuntas de Hubble y Webb abren una ventana única al pasado estelar y nos recuerdan el potencial de la ciencia colaborativa para desentrañar los misterios del cosmos. (Fuente: NASA)

 
							 
							