Rocket Lab impulsa la constelación japonesa de observación terrestre con el lanzamiento de un nuevo satélite

La madrugada del 5 de noviembre ha marcado un nuevo hito en la industria aeroespacial comercial: un cohete Electron de la empresa estadounidense Rocket Lab despegó con éxito desde su base en Nueva Zelanda, transportando a órbita baja terrestre el sexto satélite de la compañía japonesa iQPS. Este lanzamiento refuerza la creciente presencia de Japón en el sector de la observación espacial y demuestra, una vez más, la competitividad de Rocket Lab frente a gigantes como SpaceX y Blue Origin en el segmento de lanzamientos para pequeños satélites.
La misión, denominada “The Moon God Awakens”, tuvo lugar desde el Complejo de Lanzamiento 1 de Rocket Lab, situado en la península de Mahia, en la Isla Norte de Nueva Zelanda. El cohete Electron, especializado en cargas ligeras, desplegó el satélite QPS-SAR-6, también conocido como “Amaterasu”, en una órbita sincrónica al sol a unos 575 kilómetros de altitud. Este tipo de órbita es ideal para la observación terrestre, ya que permite pasar sobre el mismo punto de la superficie a la misma hora local en cada vuelta, facilitando la comparación de imágenes a lo largo del tiempo.
El QPS-SAR-6 es un satélite de radar de apertura sintética (SAR), una tecnología que permite obtener imágenes de la superficie terrestre independientemente de las condiciones meteorológicas o la iluminación solar. A diferencia de los satélites ópticos tradicionales, que dependen de la luz solar y pueden verse obstaculizados por la nubosidad, el SAR utiliza microondas para “ver” a través de las nubes y en la oscuridad. Esto lo convierte en una herramienta esencial para aplicaciones que van desde la monitorización agrícola y forestal, hasta la gestión de desastres naturales y la vigilancia marítima.
La empresa japonesa iQPS (Institute for Q-shu Pioneers of Space, Inc.) está desarrollando una constelación de pequeños satélites SAR para ofrecer servicios de observación terrestre de alta frecuencia. Su objetivo es desplegar al menos 24 satélites, lo que permitiría revisitar cualquier punto del planeta cada 10 minutos aproximadamente. Con el lanzamiento del QPS-SAR-6, iQPS ya cuenta con seis satélites en órbita, consolidando su posición en un mercado donde Japón busca competir con iniciativas similares de Estados Unidos, Europa y China.
El Electron, vehículo de lanzamiento ligero de Rocket Lab, ha conseguido establecerse como una de las opciones preferidas para misiones de pequeñas cargas. Desde su primer vuelo en 2017, ha realizado más de 40 lanzamientos, demostrando una fiabilidad y una regularidad que han atraído el interés de agencias gubernamentales, empresas privadas y start-ups tecnológicas de todo el mundo. En este contexto, Rocket Lab se sitúa como uno de los principales rivales de compañías como Virgin Galactic, especializada en turismo suborbital, o la española PLD Space, que recientemente ha efectuado con éxito el primer lanzamiento privado de un cohete desde suelo europeo.
Mientras tanto, gigantes como SpaceX y Blue Origin siguen dominando el mercado de los lanzamientos de mayor capacidad. SpaceX, con su Falcon 9 y la revolucionaria reutilización de etapas, continúa acaparando contratos tanto comerciales como institucionales, incluidos los de la NASA para misiones a la Estación Espacial Internacional y el futuro programa Artemis de regreso a la Luna. Blue Origin, por su parte, avanza en el desarrollo de su cohete New Glenn y en las pruebas del módulo lunar Blue Moon, con la vista puesta en la exploración tripulada del satélite terrestre.
A nivel institucional, la NASA y otras agencias públicas —como la Agencia Espacial Europea (ESA)— continúan apostando por la colaboración con el sector privado. En el campo de la exploración planetaria, la búsqueda de exoplanetas habitables se ha visto impulsada por misiones como el telescopio espacial James Webb, que ha permitido identificar atmósferas potencialmente compatibles con la vida en sistemas solares distantes.
El éxito del lanzamiento de Rocket Lab e iQPS subraya la importancia de la diversificación tecnológica y geográfica en el sector espacial. Japón, tradicionalmente más discreto en la carrera espacial, está consolidando su papel como proveedor de servicios de observación terrestre, mientras empresas estadounidenses y europeas compiten por el liderazgo en el acceso comercial al espacio.
Con cada nuevo satélite en órbita, la Tierra se convierte en un planeta más vigilado y comprendido. Los datos generados por estas constelaciones son fundamentales para afrontar desafíos globales como el cambio climático, la gestión de recursos o la seguridad alimentaria. El sector espacial, lejos de estar reservado a las grandes potencias, se abre a la innovación y la cooperación internacional, impulsando una nueva era de conocimiento y desarrollo tecnológico.
(Fuente: SpaceNews)
