Satélites: la nueva arma tecnológica para controlar el metano en vertederos y frenar el calentamiento

El metano se ha convertido en uno de los gases de efecto invernadero que más preocupan a la comunidad científica internacional. Aunque su presencia en la atmósfera es mucho más efímera que la del dióxido de carbono —permanece apenas una década antes de descomponerse—, su capacidad para atrapar el calor es hasta 80 veces superior en un plazo de 20 años. Esto convierte la reducción de sus emisiones en una prioridad de primer orden para mitigar el avance del cambio climático a corto plazo.
Durante los últimos años, la revolución tecnológica protagonizada por la industria espacial ha permitido un salto cualitativo en la medición y control de estos gases. En particular, la utilización de satélites equipados con sensores hiperespectrales ha transformado la capacidad de monitorizar las emisiones de metano, superando ampliamente las posibilidades de las redes terrestres convencionales.
Hasta ahora, el foco principal de esta vigilancia espacial se había centrado en la industria del petróleo y el gas, sectores responsables de fugas masivas de metano a través de pozos, tuberías y estaciones de compresión. Empresas como SpaceX, mediante el despliegue de sus constelaciones de satélites Starlink, han facilitado la transmisión de datos de alta resolución casi en tiempo real, mientras que Blue Origin y Virgin Galactic exploran tecnologías que podrían, en el futuro, ampliar aún más la cobertura y capacidad de observación desde el espacio.
Sin embargo, la atención de los responsables medioambientales y de los ingenieros aeroespaciales está virando hacia otro gran generador de metano: los vertederos de residuos sólidos urbanos. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, los vertederos representan alrededor del 20% de las emisiones antropogénicas globales de metano. En ellos, los residuos orgánicos se descomponen en ausencia de oxígeno, liberando grandes cantidades de este gas.
La nueva generación de satélites medioambientales, como los Sentinel operados por la Agencia Espacial Europea (ESA), está dotada de instrumentos capaces de identificar columnas de metano con una precisión sin precedentes, incluso en áreas urbanas densamente pobladas. Estos satélites emplean espectroscopía infrarroja para detectar las firmas específicas del metano en la atmósfera, permitiendo no sólo identificar la presencia del gas, sino también cuantificar el volumen emitido y localizar el punto exacto de fuga.
El papel de la NASA en este avance es fundamental. Sus programas, como el Earth Observing System, han proporcionado datos esenciales para desarrollar algoritmos de análisis y predicción de emisiones. Además, la colaboración entre la NASA y agencias privadas ha impulsado el lanzamiento de satélites dedicados exclusivamente a la monitorización de gases de efecto invernadero.
En España, la empresa PLD Space, pionera en el lanzamiento de microcohetes reutilizables, se está posicionando como un actor relevante en el desarrollo de plataformas de observación medioambiental de bajo coste. Sus vehículos, como el Miura 1, podrían en el futuro transportar pequeños satélites dedicados a la monitorización de vertederos europeos, permitiendo a las autoridades actuar de forma rápida y eficiente ante picos inesperados de emisiones.
Paralelamente, entidades privadas y consorcios públicos-privados están desplegando constelaciones de satélites de órbita baja, capaces de pasar varias veces al día sobre un mismo punto del planeta. Esto facilita la detección casi instantánea de fugas importantes, permitiendo la intervención inmediata para sellar puntos críticos y evitar la liberación continuada de metano a la atmósfera.
Esta tecnología no sólo es relevante para la gestión de residuos y la industria energética. Investigadores que estudian exoplanetas, como los equipos de la ESA y la NASA, están adaptando sensores originalmente diseñados para la detección de metano en atmósferas planetarias lejanas, aplicándolos ahora a la vigilancia ambiental terrestre. Esta transferencia de conocimiento entre la astrofísica y la ciencia ambiental está contribuyendo a mejorar la sensibilidad de los instrumentos y a ampliar el rango de detección, lo que resulta fundamental para la lucha contra el cambio climático.
A medida que la carrera espacial privada se intensifica, compañías como SpaceX y Blue Origin están abriendo nuevas posibilidades para la observación de la Tierra. Los datos obtenidos por estos satélites no sólo permiten identificar los focos de emisión, sino también evaluar la eficacia de las medidas correctoras aplicadas por las administraciones y empresas responsables de la gestión de residuos.
En definitiva, la colaboración entre agencias espaciales públicas y privadas, junto con la innovación tecnológica de empresas emergentes como PLD Space, está dotando a la humanidad de herramientas inéditas para controlar y reducir uno de los gases más peligrosos para el clima a corto plazo. El desarrollo de satélites específicos para la monitorización del metano en vertederos representa un paso crucial en la lucha global contra el calentamiento, demostrando que la tecnología espacial puede ser una poderosa aliada para proteger nuestro planeta.
(Fuente: ESA)
