El Sol sorprende: un inesperado repunte de actividad desde 2008 desafía las previsiones

Durante décadas, los astrónomos han estudiado los ciclos de actividad solar, caracterizados por un periodo medio de aproximadamente 11 años en los que el número de manchas solares, erupciones y eyecciones de masa coronal fluctúa de forma regular. Sin embargo, nuevas investigaciones de la NASA han revelado que, tras una prolongada tendencia a la baja, el Sol experimentó un giro inesperado en 2008, entrando en una fase de creciente actividad que desafía las predicciones previas y podría tener efectos notables tanto en la ciencia como en la tecnología terrestre y espacial.
Hasta hace poco, los datos recogidos por observatorios solares sugerían que nos aproximábamos a un periodo de «gran mínimo solar», similar al que se produjo entre mediados del siglo XVII y principios del XVIII, conocido como el Mínimo de Maunder. Durante aquella época, el número de manchas solares descendió drásticamente, coincidiendo con una pequeña edad de hielo en Europa y América del Norte. El ciclo solar 23, culminado en 2008, parecía confirmar esta tendencia a la baja: las manchas solares eran menos frecuentes, las erupciones solares menos intensas y el campo magnético solar mostraba signos de debilidad.
Sin embargo, el panorama cambió radicalmente a partir de 2008. Un equipo de investigadores de la NASA, analizando datos de los satélites SDO (Solar Dynamics Observatory) y SOHO (Solar and Heliospheric Observatory), ha constatado que el Sol ha ido incrementando su actividad de forma continuada durante los últimos 16 años. Se ha observado un aumento progresivo en el número y la intensidad de las manchas solares, una mayor frecuencia de llamaradas y eyecciones de masa coronal, así como un fortalecimiento del campo magnético solar. Estos resultados han sorprendido a la comunidad científica, que esperaba un ciclo débil y continuista.
El ciclo solar actual, el número 25, iniciado en 2019, está mostrando signos de vigor inusitado. Las previsiones apuntaban a un ciclo modesto, pero la realidad está superando todas las expectativas. En los últimos meses, hemos asistido a una serie de potentes tormentas solares, algunas de las cuales han provocado auroras boreales visibles en latitudes tan bajas como el norte de España y han obligado a compañías eléctricas y operadores de satélites a tomar medidas preventivas ante posibles interferencias.
Este aumento de la actividad solar tiene implicaciones directas para la exploración espacial y las comunicaciones. Empresas privadas como SpaceX, Blue Origin o la española PLD Space, así como agencias públicas como la ESA y la NASA, dependen de predicciones fiables del clima espacial para proteger tanto a sus satélites como a sus futuras misiones tripuladas. Por ejemplo, SpaceX ha tenido que ajustar la orientación de sus satélites Starlink en varias ocasiones para evitar daños por partículas energéticas durante tormentas solares intensas.
En el caso de Blue Origin y Virgin Galactic, que apuestan por el turismo suborbital y el desarrollo de tecnologías reutilizables, el aumento de la radiación solar implica revisar los protocolos de seguridad para las tripulaciones y los equipos electrónicos a bordo. La exposición a partículas solares de alta energía puede afectar tanto a la salud humana como al funcionamiento de sistemas críticos.
Por su parte, la NASA y la ESA han intensificado sus esfuerzos en la vigilancia solar con misiones como Parker Solar Probe y Solar Orbiter, que están proporcionando datos sin precedentes sobre la dinámica del Sol y su influencia en el entorno heliosférico. Estas misiones permiten anticipar mejor los periodos de mayor riesgo y diseñar estrategias de mitigación para satélites y misiones interplanetarias, como las que estudian exoplanetas o preparan el regreso a la Luna y el eventual viaje a Marte.
A nivel histórico, los periodos de alta actividad solar suelen coincidir con un aumento de las auroras polares, pero también con una mayor incidencia de tormentas geomagnéticas capaces de afectar las redes eléctricas y los sistemas de navegación por GPS. La famosa tormenta solar de 1859, conocida como el Evento Carrington, causó el colapso de los sistemas telegráficos de la época y, de repetirse hoy, podría tener consecuencias mucho más graves debido a nuestra dependencia tecnológica.
El estudio de la NASA subraya la importancia de mantener la vigilancia y la investigación en climatología espacial. Comprender los mecanismos que rigen estos cambios a largo plazo es crucial no sólo para la ciencia fundamental, sino también para la protección de infraestructuras críticas y la seguridad de futuras misiones espaciales, tanto públicas como privadas.
En definitiva, el Sol continúa desafiando nuestras previsiones y recordándonos lo poco que aún conocemos sobre las fuerzas que gobiernan nuestra estrella más cercana. La comunidad científica internacional sigue atenta a los próximos movimientos solares, mientras la exploración espacial y la vida cotidiana en la Tierra dependen, más que nunca, de una vigilancia constante y precisa de nuestro astro rey.
(Fuente: NASA)

 
							 
							