Los retos sísmicos de la Luna: cómo los moonquakes condicionan la exploración espacial

En la carrera por regresar a la Luna, las agencias espaciales y empresas privadas de todo el mundo se enfrentan a un desafío inesperado pero crucial: los moonquakes, o sismos lunares. Aunque estos temblores no representan un riesgo inmediato para los astronautas en misiones cortas, su impacto potencial sobre infraestructuras y equipos desplegados durante largas estancias podría condicionar el futuro de la exploración lunar.
A diferencia de la Tierra, donde los terremotos están causados principalmente por la tectónica de placas, los moonquakes tienen orígenes variados. Los científicos han identificado al menos cuatro tipos: los sismos profundos, probablemente provocados por fuerzas de marea debidas a la atracción gravitatoria de la Tierra; los superficiales, más intensos y de origen aún incierto; los de impacto, originados por la colisión de meteoritos; y los térmicos, causados por la expansión y contracción de la superficie lunar en respuesta a los extremos térmicos diarios.
La sismología lunar no es un campo nuevo. Durante el programa Apolo, en la década de 1970, la NASA desplegó una red de sismómetros en la superficie lunar, permitiendo recopilar datos valiosísimos. Aquellos instrumentos registraron más de 12.000 eventos sísmicos en ocho años, revelando que algunos moonquakes superficiales pueden durar hasta diez minutos, mucho más que los terremotos terrestres habituales. La ausencia de agua y la porosidad de la corteza lunar contribuyen a esta prolongada vibración.
Hasta ahora, las misiones tripuladas a la Luna han sido breves, con estancias de apenas unos días: por ejemplo, la misión Apolo 17 duró poco más de tres días en la superficie. En ese contexto, el riesgo de daños estructurales por moonquakes era bajo. Sin embargo, la perspectiva ha cambiado con la nueva era de la exploración lunar. Programas como Artemis, liderado por la NASA en colaboración con la ESA (Agencia Espacial Europea), Japón y Canadá, pretenden establecer bases semipermanentes en el polo sur lunar a partir de esta década. También empresas privadas como SpaceX, Blue Origin y la española PLD Space han manifestado su interés en desplegar infraestructuras y experimentos a largo plazo en la Luna.
La resistencia de hábitats, laboratorios y paneles solares frente a los sismos lunares se convierte así en una prioridad técnica. La amplitud de los moonquakes superficiales puede alcanzar los 5 grados en la escala de Richter, una magnitud capaz de dañar construcciones mal diseñadas. El polvo lunar, extremadamente fino y abrasivo, añade un factor de riesgo extra: durante un moonquake, podría infiltrarse en mecanismos y sistemas electrónicos, comprometiendo la operatividad de los equipos.
Las lecciones aprendidas en la Tierra no siempre son aplicables en la Luna. La falta de atmósfera y el vacío dificultan la disipación de la energía sísmica. Materiales y diseños que funcionan en nuestro planeta pueden comportarse de forma inesperada en el entorno lunar. Por ello, los ingenieros de la NASA, la ESA y sus socios están ensayando nuevos sistemas de amortiguación y experimentando con impresoras 3D para construir estructuras más flexibles, capaces de absorber las vibraciones.
Por su parte, SpaceX, la empresa de Elon Musk, ha anunciado que sus futuras Starship lunares incluirán sistemas de aislamiento sísmico y monitoreo en tiempo real para detectar cualquier alteración durante su estancia en la superficie. Blue Origin ha propuesto el uso de plataformas modulares elevadas para proteger tanto hábitats como equipos científicos. La española PLD Space, aunque centrada principalmente en lanzadores suborbitales, colabora en proyectos de instrumentación sensible para misiones lunares, aplicando su experiencia en resistencia a vibraciones y choques mecánicos.
El estudio de los moonquakes también está contribuyendo a la astrofísica. El análisis de las ondas sísmicas permite sondear el interior de la Luna, revelando información sobre su núcleo y manto, y ayudando a comprender la evolución de los cuerpos planetarios rocosos. En paralelo, la búsqueda de exoplanetas con condiciones geológicas similares a la Luna plantea nuevas preguntas sobre la habitabilidad y la estabilidad de sus superficies.
Mientras tanto, Virgin Galactic y otras compañías del sector del turismo espacial observan con atención los avances en ingeniería antisísmica lunar. Si se cumplen los pronósticos y la Luna se convierte en destino para misiones comerciales o incluso turísticas, garantizar la seguridad frente a los moonquakes será esencial para el éxito de estos ambiciosos proyectos.
A medida que la humanidad se prepara para una presencia más permanente en nuestro satélite, comprender y mitigar los riesgos de los moonquakes se revela como un requisito indispensable. El desafío no es solo sobrevivir en la Luna durante unos días, sino hacer posible una vida y trabajo seguros para futuras generaciones de exploradores. La Luna, lejos de ser un mundo inerte, nos recuerda que la exploración espacial implica adaptarse a entornos dinámicos y sorprendentes.
(Fuente: NASA)

 
							 
							