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Cómo la microgravedad acelera el envejecimiento y qué se está haciendo para proteger a los astronautas

Cómo la microgravedad acelera el envejecimiento y qué se está haciendo para proteger a los astronautas

La exploración espacial es, sin duda, una de las mayores aventuras científicas y tecnológicas de nuestro tiempo, pero también plantea desafíos únicos para la salud humana. Esta semana, el podcast Space Minds ha puesto el foco en un tema tan fascinante como preocupante: los efectos de la microgravedad sobre el envejecimiento del cuerpo humano. La doctora Nadia Maroouf, investigadora experta en biomedicina espacial, ha compartido sus conocimientos sobre cómo el entorno espacial puede “destrozar” el organismo y las estrategias que se están desarrollando para mitigar estos efectos.

El fenómeno del envejecimiento acelerado en el espacio

Cuando los astronautas abandonan la Tierra y se sumergen en la microgravedad de la órbita baja, su fisiología experimenta cambios radicales. El entorno espacial, caracterizado por la ausencia casi total de peso y la exposición a radiaciones cósmicas, desencadena procesos que se asemejan al envejecimiento acelerado. Entre los efectos más destacados figuran la pérdida de masa ósea y muscular, la disminución de la capacidad cardiovascular, la alteración del sistema inmunológico y el deterioro de la visión.

La microgravedad provoca una redistribución de los líquidos corporales, que tienden a acumularse en la parte superior del cuerpo, lo que puede incrementar la presión intracraneal y afectar a la visión. Además, la falta de carga sobre los músculos y huesos conduce a una atrofia muscular y a una descalcificación ósea similar a la osteoporosis, pero a un ritmo mucho más rápido que en la Tierra. Estudios realizados por la NASA y la ESA han demostrado que los astronautas pueden perder hasta un 1-2% de densidad ósea por mes durante sus estancias en la Estación Espacial Internacional (EEI).

La importancia de la investigación biomédica espacial

Durante la entrevista, la doctora Maroouf explicó que estos efectos no solo suponen un reto para mantener la salud de los astronautas durante misiones largas, como las planificadas a Marte o la Luna, sino que también ofrecen una oportunidad única para entender mejor los procesos de envejecimiento aquí en la Tierra. “El espacio es un laboratorio natural que nos permite observar cómo responde el cuerpo humano a condiciones extremas”, afirma Maroouf. Su equipo está trabajando en el desarrollo de contramedidas, como rutinas de ejercicio específicas, suplementos nutricionales y posibles terapias farmacológicas, para reducir el impacto de la microgravedad sobre los tejidos humanos.

La colaboración internacional en la protección de la salud de los astronautas es fundamental. La NASA, la ESA, Roscosmos y la JAXA llevan décadas compartiendo datos y estrategias. Por ejemplo, los trajes y dispositivos de ejercicio avanzados en la EEI permiten a los astronautas realizar entrenamientos que simulan la gravedad terrestre, ralentizando así la pérdida ósea y muscular. Además, se están probando medicamentos que podrían proteger las células de la radiación y evitar el deterioro de los sistemas inmunológico y nervioso.

Nuevos retos para la exploración comercial y privada

El auge de la exploración espacial privada y comercial añade un nuevo capítulo a esta historia. Empresas como SpaceX, Blue Origin y Virgin Galactic están llevando a cabo vuelos suborbitales y orbitales con tripulantes no profesionales, lo que plantea interrogantes sobre los protocolos médicos y la preparación física de los futuros turistas espaciales. SpaceX, en particular, ha anunciado planes para misiones de varios días con civiles, como la histórica Inspiration4 en 2021, y colabora con instituciones médicas para monitorizar los efectos del espacio en personas sin el entrenamiento clásico de astronauta.

Por su parte, Blue Origin y Virgin Galactic se han centrado en experiencias suborbitales de corta duración, donde los riesgos médicos son menores, pero no inexistentes. No obstante, a medida que aumente la duración y la frecuencia de los vuelos espaciales privados, la preocupación por la salud y la seguridad de los participantes será cada vez más relevante.

Implicaciones para el futuro de la exploración espacial

De cara a las misiones de larga duración, tanto públicas como privadas, los expertos coinciden en que es imprescindible encontrar soluciones eficaces a los problemas de salud derivados de la microgravedad y la radiación. La NASA, junto con la Agencia Espacial Europea y la japonesa JAXA, está testando hábitats que simulan la gravedad y sistemas de protección radiológica avanzados para las futuras bases en la Luna y Marte. Además, la industria privada, como la firma española PLD Space, que recientemente ha destacado en el sector de lanzadores reutilizables, podría tener un papel crucial en el desarrollo de cápsulas y entornos más seguros para los tripulantes.

En definitiva, la carrera por conquistar el espacio sigue adelante, pero no será posible sin asegurar primero la salud y el bienestar de quienes exploran el cosmos. Los avances en la investigación biomédica espacial, impulsados tanto por agencias públicas como por empresas privadas, resultan esenciales para que el ser humano pueda vivir y trabajar fuera de la Tierra durante largos periodos.

La combinación de investigación científica, innovación tecnológica y colaboración internacional será la clave para superar los desafíos fisiológicos de la vida en el espacio y, quizá, beneficiarnos también de estos descubrimientos en la medicina terrestre. El futuro de la exploración humana más allá de nuestro planeta dependerá, en buena medida, de nuestra capacidad para proteger el cuerpo humano en las condiciones más extremas conocidas.

(Fuente: SpaceNews)