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Fracaso en la misión Lunar Trailblazer: la NASA pierde contacto con su satélite para rastrear agua en la Luna

Fracaso en la misión Lunar Trailblazer: la NASA pierde contacto con su satélite para rastrear agua en la Luna

El pasado 31 de julio, la NASA dio por finalizada oficialmente la misión Lunar Trailblazer tras no lograr restablecer el contacto con el pequeño satélite dedicado a estudiar el agua en la superficie lunar. Este incidente supone un revés para la ciencia planetaria y la exploración lunar, ya que el objetivo principal de la misión era cartografiar con precisión las reservas de agua presentes en el regolito lunar, un recurso crucial para futuras misiones tripuladas y la posible explotación de recursos en el satélite natural de la Tierra.

La misión Lunar Trailblazer formaba parte de una nueva generación de sondas de pequeño tamaño, conocidas como smallsats, que buscan reducir costes y aumentar la frecuencia de lanzamientos. El satélite, de apenas 210 kilogramos, fue desarrollado por el prestigioso California Institute of Technology (Caltech) en colaboración con el Jet Propulsion Laboratory (JPL), ambos bajo el auspicio de la NASA. Su diseño innovador incluía dos instrumentos científicos principales: el espectrómetro de imagen HVM³ (High-resolution Volatiles and Minerals Moon Mapper) y un radiómetro térmico, ambos destinados a obtener datos sin precedentes sobre la distribución y el estado del agua lunar.

El lanzamiento de Lunar Trailblazer se llevó a cabo con éxito, pero los problemas comenzaron poco después. La NASA confirmó que perdió la comunicación bidireccional con la nave apenas un día después de su salida de la Tierra. A pesar de los esfuerzos sostenidos por parte del equipo de operaciones, que empleó diversas estrategias de recuperación y estaciones terrestres de seguimiento, no fue posible restablecer la conexión. La agencia espacial estadounidense decidió finalmente cancelar la misión, asumiendo la pérdida del satélite y del importante caudal de datos científicos que se esperaba obtener.

La importancia de Lunar Trailblazer radicaba en su capacidad para proporcionar información detallada sobre la forma, abundancia y localización del agua en la Luna, tanto en cráteres permanentemente sombreados como en regiones expuestas a la luz solar. Estos datos son clave para la planificación de las futuras bases lunares y para el desarrollo de tecnologías de extracción de recursos in situ, una prioridad en el marco del programa Artemis de la NASA, que pretende regresar a la superficie lunar con tripulaciones humanas a finales de esta década.

El interés internacional por la Luna ha crecido en los últimos años, con múltiples agencias y empresas privadas lanzando misiones para explorar sus recursos. Empresas como SpaceX, a través de su contrato para llevar astronautas a la superficie lunar con su nave Starship, y Blue Origin, con el desarrollo de su módulo de aterrizaje Blue Moon, están directamente involucradas en la nueva carrera lunar. Por su parte, la compañía española PLD Space se ha posicionado como referente europeo en el lanzamiento de pequeños satélites gracias a su lanzador MIURA 1, mientras que Virgin Galactic continúa apostando por el turismo suborbital y la experimentación científica en la frontera del espacio.

La pérdida del Lunar Trailblazer recuerda los retos inherentes a la exploración espacial, especialmente en misiones que dependen de tecnologías miniaturizadas y presupuestos ajustados. No es la primera vez que una misión lunar se enfrenta a dificultades técnicas. En años recientes, tanto misiones públicas como privadas han sufrido percances similares; por ejemplo, el módulo israelí Beresheet y el indio Vikram, ambos perdieron contacto en la fase de alunizaje. No obstante, cada fallo aporta valiosas lecciones para el diseño y la operación de futuras sondas.

A pesar de este contratiempo, la NASA y la comunidad internacional mantienen su apuesta por la exploración de la Luna. Otras misiones, como el Lunar Reconnaissance Orbiter, continúan recopilando datos, y los planes para enviar astronautas y robots a la superficie lunar siguen adelante. Además, la búsqueda de exoplanetas y el estudio de la formación de agua en otros cuerpos celestes siguen siendo áreas prioritarias tanto para la NASA como para la Agencia Espacial Europea (ESA) y otras organizaciones públicas y privadas.

En definitiva, el fracaso de Lunar Trailblazer supone un revés, pero también un recordatorio de la complejidad y el riesgo que implica el avance científico y tecnológico en el espacio. La experiencia adquirida servirá para perfeccionar futuras misiones y continuar desentrañando los secretos del satélite natural de la Tierra, un paso fundamental para la ambición humana de establecerse más allá de nuestro planeta.

(Fuente: NASA)